Había una hija.
También había un papá. Yo era la madre.
Hace unos meses éramos algo como una familia, incluso teníamos la tía y el sobrino.
Es triste, pero de ello no queda nada. La hija tomó su camino, tomó su distancia y le puso silencio a la palabra. El padre la acompaña. Hacen su vida.
Supongo que la disfuncionalidad familiar reina también en esta historia. La disfuncionalidad siempre trae resiliencia. Me he quedado con recuerdos. Me he quedado con las palabras dulces de la tía y las risas del sobrino que desde un departamento blanco, en lo alto de un edificio, me recuerdan que la vida sigue y que hay que pensar en el aquí y en el ahora.
Así estoy: en el aquí y en el ahora.
Pero hace unos meses había una hija, había un padre y yo era la madre.