Estoy ahí, de nuevo, en la escalera de mi casa nueva que aún no habito. Ahora no espero al de la estufa, ahora espero al del calentón (sin saber que no llegaría nunca y que me tendría 2 horas y media ahí sentada, esperando).
Pues venga, estoy ahí en la escalera afuera de mi casa, bien arropada, chamarra, gorro, una cobija en las piernas y piglia en las manos (sí, piglia arropa), con mis lentes oscuros y mis guantes. Leo, leo y entonces llega ella.
Bajita, pelo corto, tenis nike. Me pregunta si yo soy la que va a vivir ahí, le contesto que sí que yo soy la que va a vivir ahí. Me dice que qué bueno, tanto tiempo sola la casa, le hacía falta gente. Le digo que sí, que le hacía falta gente. Me dice que ella vive en un depa atrás a dos casas de la mía, me quedo pensando que desde ese lugar no me pudo haber visto así que vayaustéasaberporqué salió de su depa sólo para venir a hablar conmigo. Me dice que su hogar es pequeñito pero que le gusta mucho, que antes vivía en el de enfrente, pero luego enviudé, sabe? y me quedó demasiado grande. Le digo que sí, que entiendo, me siento obligada a decirle que estoy divorciada (no sé por qué, tal vez para que sepa que no es la única que está sola pero bueno tampoco hay nada parecido en estar divorciada y en estar viuda). Me dice que su hijo también, vive conmigo aquí, dejó a la mujer y qué va a hacer una como mamá sino recoger a los hijos que las mujeres corren o que dejan a sus mujeres? Levanto los hombros porque no sé qué más hacer. Me habla de su hijo y de su ex mujer. Me pregunta, ¿así que es divorciada? mi hijo tiene 33 años, es muy trabajador, sabe? sólo sale un día a la semana, unas cervecitas. Los hombres necesitan salir una tiene que darles su espacio. Asiento. Ya no hay mujeres, ¿sabe? no las hay, ahora todo lo tienen más fácil, las lavadoras, los lavaplatos, child support. Todo. No puedo sino volver a asentir, creo que no era el momento para contradecirla. Sonrío. Ella me mira y me dice yo cuando enviudé me enfermé de los nervios y no quería estar sola, me fui a Colorado con mi hija, hasta que me curé (y yo por dentro preguntándome cómo, cómo se curó) y me regresé a Texas y puse mi departamentito. Me acuerdo muy bien. Una noche, como a las 12 que me paro de la cama y me hago un café y me como un taquito de papa. Me acuerdo perfecto, hasta siento el sabor. Verá qué feliz, ese día fui muy feliz. Me di cuenta de que ya podía hacer lo que quisiera, hacer ruido, comer tarde. Todo. Luego mi hijo se vino a vivir conmigo, ya le digo, pero eso hace una como mamá. Me llamo Lucy, por cierto, ¿y usté?
Me llamo Sylvia, le dije y extendí mi mano y le di a Lucy mi mejor sonrisa. Esperar a los que nunca llegaron, sentarme afuera con el frío de esta ciudad, importó poco, muy poco porque yo conocí a Lucy.