Éramos un montón de mujeres sin vestíbulos
sin cosméticos para agrandarnos los ojos
sin siquiera superficies bruñidas
para enterarnos de la identidad o
de las multiplicación infinita en la pestaña.
éramos montón de mujeres
más de tres muchas
y concreta cada una en su sentido
cada una en su lucecita de siga, o su cambio de carril:
la puta, la madre, la mayra, la maestra
la mujer del otro, guerrillera
la que siembra, propia
mata escolares con dientes de centella
o la que se mete desnuda y senil a los sillones.
muchas más un montón todas sin vestíbulo
ardiendo en dedos que cogen llave
en pasos de umbral
piernas abiertas esperando
placas de petri y pescaditos
en continuación de espuma paralela
alimentando
a otras miles de mujeres, un montón muchas, casi todas
que cohabitan en ese su batalloso cuerpo.
Mayra Santos-Febres.