EN EL LIMBO

Siempre me ha parecido exquisita la frase “me siento en el limbo”. No cualquiera la dice, aunque cualquiera ha vivido esa sensación. La escucho y de inmediato le echo un buen ojo a quien la dijo, generalmente es alguien con un rostro de preocupación, tristeza, ansiedad, qué se yo. Alguien que se siente en el limbo, pues.

Pero mi mente tiene un diablillo interno, uno al que le gusta jugar con las palabras y las imágenes. Ese diablillo escucha limbo y de inmediato me lleva a imaginar una línea de gente sacudiendo la cadera y tratando de pasar bajo una vara bailando conga. Porque eso, también, es sentirse en el limbo.

Estar en el limbo es estar en el no saber, en el borde del bien y del mal, del estar bien y del estar mal. Estar en el limbo es no saber si se va a poder pasar bajo la vara manteniendo un ritmo sinigual.

A la larga los dos limbos son igual de preocupantes. Sólo que uno tiene soundtrack y el otro no.

Yo, de momento, estoy en el limbo. Pero he decidido que sea un limbo musical. No sé si he de bajar lo suficiente para pasar bajo la vara, no sé si la vara sigue ahí. No sé muchas cosas en realidad pero yo, yo no dejaré de mover la cadera mientras avanzo.

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