De niña conocí las nomeolvides, me parece desde entonces el más hermoso nombre para una flor tan sencilla, tan pequeña, tan temporal. No requiere gran cuidado, mi madre dice que sólo necesita un suelo cómodo, cariñoso y fresco para que crezca. Tal vez dijo: como tú.
Siempre he querido tener un jardín de nomeolvides, asomarme por la ventana y verlas ahí, saberlas ahí, al menos por una época del año. Esperarlas hasta la siguiente, guardar su lugar en mi casa.
Ahora, a mi lado hay otra planta de nombre hermoso, es una siempreviva. Llegó seca a mi habitación, una bolita café, triste tal vez. Las indicaciones eran echarle un poco de agua y listo. La verdad, no estaba lista para hacerlo. No puedo explicar por qué su reverdecimiento me ponía nerviosa.
Pero finalmente lo hice. Tomé un platito, le eché un poco de agua y coloqué la bolita café no sin antes decirle: reverdece, pues. Pronta, ella comenzó a moverse de a poquitos, a moverse con suavidad.
La siempre viva sólo necesita agua, la nomeolvides un terreno húmedo, cálido. ¿Por qué entonces es tan difícil?