NI ME PREGUNTEN POR EL FESTEJO DE AYER

Se ve clarísimo en mis ojeras, en mi cara de perro atropellado, en mi intenso deseo de litros y litros y litros y litros de agua. Se ve, también, en mi sonrisilla traviesa que se asoma cuando de pronto regresa mi movilidad facial. Se ve en mi enorme deseo de estar ahorita en cama y no en una clase de narratología.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *