Anoche no pude dormir. No fue sólo el típico insomnio de los domingos que me ataca desde que tengo uso de razón. Tampoco fue la ansiedad del reinicio de clases. Fue la paranoia. Ayer por la tarde un tipo se brincó mi barda y estuvo en mi patio. Lo vi. Me vio y en cuanto lo hizo, escapó zumbando. Se hicieron, por supuesto, las llamadas de emergencia -a la familia, a la policía-. Se tomaron las medidas usuales en estos casos. No se llevó nada, si acaso se sentó en mi bella silla reclinable, pero eso de darse cuenta de que una es real y completamente vulnerable a ciertos hechos, quita el sueño.
Anyway.
Ya es lunes.
De vuelta a clases.
Oh, reality.