PROFESIONARSE

En 1999 presenté mi examen profesional. Esa fue una tesis que se gestó prácticamente al mismo tiempo que mi hijo. Ese día cuando explicaba asuntos de bildungsroman, narradores escindidos y nosécuántas cosas más tenía una barriga de siete meses.

Este año me titulo de la maestría. Y el caso es que es estoy leyendo para lo que llamo la casitesis y mi hijo entra a la habitación, son las ocho y media de la noche y me dice que se le antoja una quesadilla. Termino esto y voy, le digo. Acepta.

Mientras el queso se derrite, pienso: aquel cachito que en su momento se mantuvo calladito calladito mientras los sinodales me decían es usted licenciada, es ahora voz y cuerpo. Un ser de ocho años. Un pequeño que saca diez en matemáticas lee el hobbit, es fan de café tacuba y piensa que el francés es más útil que el inglés. Un pequeño que de un modo u otro, y con la titánica ayuda de mis padres, he criado.

Si eso no es profesionarse, yo no sé qué es.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *