Dedicada tanto al periodismo como a la literatura confesóse en pantalla mientras yo comía un tazón de palomitas sin mantequilla con sal, limón y dos gotas de salsa. La susodicha dijo:
- Que le gusta escribir de mujeres porque son las más sufridas.
- Que no decidió dedicarse al periodismo sino que fue la única salida para evitar un matrimonio francés y una vida aburrida.
No, no se me atoró ninguna palomita a pesar de los constantes intentos de cierta escritora por sacarme de quicio. Escuché y vi lo más que pude, me levanté, fui a mis libreros y corroboré que de esa cierta escritora yo tenía los que considero sus tres libros importantes y necesarios. Borré de ellos la huella de sus palabras en la televisión y les juré que ellos no tenían la culpa de lo que su autora decía en voz alta. “¿Los medios la llevaron a eso? “, me preguntó uno. “No sé, no importa”, le dije, “lo que importa es que te hizo a ti”.
Le puse más palomitas a mi tazón, más limón, más sal, otras dos gotas de salsa y me senté a leer un libro de un autor que no diría esas cosas en la tele.