Querido hombre alto de lentes:
Han pasado como cuatro siglos, ¿verdad? El espacio de tus libros y de tu escritura sigue intacto. Ya ves como es una. Una nunca ha sabido cómo es que se las ingenia para perder amistades como aquella o esa otra. Son cosas que uno permite que pasen, punto. Y vienen otros amigos y vienen otros siglos.
Pero este fin de semana me he acordado de ti. A mi hijo de siete años le han hecho un examen de la vista. Veredicto: es astigmático. Probablemente tenga que usar lentes. Me dijo, camino a casa. “Ni hablar, si tengo que usar lentes, usaré lentes. Cuando crezca seré un hombre alto de lentes”. Me reí, me reí mucho. ¡¿Cómo no reír!? Ahí lo tienes, aparté a un hombre alto de lentes y hete aquí que mi hijo probablemente sea uno.
La vida tiene un humor muy curioso.