Hoy toca ir al mandado.
Me choca.
Estoy consciente de que hay mujeres que sencillamente AMAN el día de mandado, se pasean orgullosas, pavoneándose con su carrito. Yo no, yo a veces dejo el carrito al principio de un pasillo, digamos el de los cereales y caminando apurada voy por el cereal del hijo y me regreso. Me choca eso de andar empujando, escogiendo, decidiendo.
Además debo admitir también que soy muy muy mala para comprar. La última vez, en la sección de tomates, lo comprobé. Estaba yo tranquilamente casieligiendo y metiendo tomates a mi bolsita cuando oigo un diálogo:
– cuántos tomates?
– unos seis siete.
– son para salsa o para ensalada
– para salsa
– ah ok, entonces éstos los regreso.
¿Qué pasó??? Sentí que me perdí de información valiosísima. Hay una diferencia al escoger tomates para una salsa y tomates para una ensalada. Cómo son unos, cómo son otros??? Viví un estrés que ni les platico. Mi sentido común, que de vez en cuando aparece en mi vida, no fue capaz de indicarme las diferencias.
Angustiada, me retiré con mi bolsita de cuatro tomatitos ( de los que a fin de cuentas se echaron a perder dos por falta de uso) y empujé mi carrito sintiéndome la más tonta de todas las mujeres en el Walmart. Y esa es una, sólo una de las razones por las cuales la pienso taaanto para ir al mandado. Ni siquiera deseo mencionarles de las señoras que se meten en la fila del jamón, de las veces que le tengo que decir al hijo “eso no vamos a llevar”, de la indecisión por el detergente…
Puff