Pero tal vez una derrota buscada, hasta anhelada.
Josefina Vicens
Traté de explicarle lo ocurrido pero, como siempre, él no escuchaba. Cuando pierde la paciencia tampoco escucha y es que con los hijos uno puede perder la paciencia fácilmente, lo entiendo. Yo sólo cerré los ojos y lo dejé seguir, he encontrado que de ese modo todo sucede más rápido.
Terminé de limpiar el piso, me di un baño. Cuando salí, los niños ya estaban frente al televisor. “¿Alguien quiere helado?”, les dije. Andrea de inmediato dijo que sí pero rogó que a Luis no le diera, “¡guácala, qué tal que vuelve a vomitar!”. Los tres nos reímos. Pasamos la tarde tranquilamente.
Por la noche, después de cenar, él me pidió disculpas. “Perdí la paciencia”, me dijo. “Lo sé”, le contesté. No todo estaba perdido, antes de apagar la luz, dejé de sentirme derrotada.