ERMITAÑA

Ya llevo un poco más de un mes. Primero por lo del pie. Después, porque sí. No le llamo a nadie. No visito a nadie. En las últimas dos semanas voy del trabajo a la casa de la casa al trabajo, con paradas estratégicas en casa de los padres.

No tengo aún bien claro por qué. No es una cuestión de tristeza, no. Simplemente, de pronto, lo que más atesoro es estar en casa, escuchar música, sentarme a leer, a releer. A escribir o a reescribir. Prepararme un té (helado o caliente) y observar mis paredes. Sobran un par de cuadros, faltan un par de fotos. Hay tanto aún qué hacer.

Lo bueno que hay tiempo, mucho tiempo.

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