Estaban por todas partes. Mirabas por aquí: un gato. Mirabas por allá: otro gato. Mirabas a tus pies: otro gato. Cerca de la puerta: dos gatos. En aquella esquina: otro gato.
Seis, seis gatos. Seis seres peluditos y maulleantes. Gatos de diferente color, de diferente personalidad pero todos todos hospedándose gustosos en la casa de Amaranta.
Despertabas y sentías sus patitas sobre tus manos, tu panza, tu cabello. Abrías los ojos y estaban en las manos, en la panza y en el cabello de Abril, en las manos, en la panza y en el cabello de Amaranta. En las manos, la panza y en el cabello de quien se dejara.
Férula, la mamá, caminaba con clase y orgullo, sabiéndose la madre ideal. Después, supongo, fue presa de una depresión post-partum pero evitamos hablar de ello. Hay que ser prudentes con las madres primerizas.
Yo tuve suerte, Yvonne tuvo la gran idea de retratarme con Balina, mi favorita. En realidad, tuvo la gran idea de retratarme con todos ellos, ¡qué locura! gatitos por aquí, gatitos por allá, gatitos por delante, gatitos por detrás.
Pero ningún animalito resultó herido de esta sesión. Si acaso nuestros corazones se doblaron cuando supimos que pronto todos y cada uno de ellos irían a vivir a hogares distintos. C’est la vie.
Seguro ellos a donde vayan llevarán también impreso el recuerdo de la estancia en la casa de la Bella Amaranta que a todos nos alimentó con cariño y poesía.