Ahora lo entiendo. Me queda muy claro.
Lo mejor (y lo peor de uno) lo viene a decir uno en la mesa de un café. Aunque uno no tome café. Lo más cierto (y lo más raro) se dice mientras el brazo del mesero cubre el rostro de tu interlocutor (que no deja de tomar café). Lo más profundo (y lo más divertido) lo compartes mientras echas dos cucharadas de azúcar a tu taza de té (porque tú tomas té).
En un café, ¿cuántas otras cosas no ocurrirán sin que te des cuenta?
Seguro en alguna mesa una pareja discute, otra más se promete el mundo, alguien en la soledad de su mesa, no hace sino pensar en quien no está; quizá, las meseras sólo desean sus pantunflas y el sillón de su casa, alguien más sugiere que el café está demasiado cargado o demasiado ligero. Seguro alguien piensa, ¿cómo es que llegué hasta este punto de mi vida?
O quizás nada de esto ocurra y yo sólo, para variar, me lo esté inventando y nada, en realidad nada, ocurra en un café.