La cuesta de enero.
Como me gustaría que fuera sólo un mito. Una leyenda urbana que en realidad nadie ha visto.
Pero es cierto, existe la muy…
La cuesta de enero me tiene prácticamente sin uñas, obviamente con el monedero vacío y el alma en un hilo. Respiro con toda la fuerza de mi pechito para relajarme, me digo una y diez veces que todo pasa y nada queda. Calma, calma, Sylvia… ya llegara la quincena. Pero hago cuentas y necesitaría unas tres quincenas de mi quincena en la quincena para poder pagar mis deudas y comprar mandado.
Tranquila, Sylvia, tranquila. Date un baño calientito y todo se desvanecerá. Pero oh, destino. La maldita regadera no sirve (no tengo boiler, tengo regadera eléctrica) y el agua sale no helada sale: HE LA DÍ SI MA… después de tres/cuatro días de ello una se pregunta si tiene caso seguir siendo limpia…
p.s. con el baño helado llegué a la conclusión de que es la última vez que escribo, pienso, platico o me preocupo por el maldito dinero… de todos modos, nunca hay y nadie tiene.