LA NOCHE QUE FUI MARTHITA

Anoche el de casiseis no durmió en casa (como todos los lunes y miércoles). Estaba yo ahí, sentadita en mi escritorio leyendo mi tarea cuando sonó el teléfono. Él me dijo que rapidísimo me lanzara al nuevo auditorio del cobach porque yo iba a entrar completamente gratis al concierto de Carlos Prieto acompañado de la Filarmónica de nuestro estado.

Aahh, las influencias.

Aaah, la coerción.

Ahí, adelantitito. Cerquita de la Polly Coronel, del Chovi Ochoa, medio cerquita del Soria y de Bours estaba yo. Muy sentadita, muy calladita, sabiendo bien que no se aplaude hasta que se aplaude. Gozando de los espejos en la arena de Arturo Márquez interpretados bellísimamente. Él no es Fox pero yo me sentí Marthita, gozando de los privilegios de otro. Abanicándome entre la alcurnia cultural de la ciudad (si es que hay tal). Tomando vinito y diciéndole no a los canapés (hay que cuidar la dieta compadres) entre los apellidos más acá.

Anoche, yo era Marthita, pero mejor vestida, más simpática y, sin duda, más callada.

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