Había un cumpleaños que festejar, un motivo para estar reunidas en un mismo lugar. Como si nosotras necesitaramos pretexto para estarlo. La sala de la familia Carrillo se fue llenando de nosotras, la mesa nos ofrecía rebanadas de pizza, vasos de soda y pastel de zanahoria. Risas, bromas y profundas discusiones sobre la épica (la épica en imágenes de Star Wars, claro).
La cumpleañera cedió a nuestra insistencia y preguntó: “Bueno, entonces ¿a dónde me van a llevar?” El abanico de opciones de unas literatas es más o menos limitado: unas no bailan, unas quieren un lugar tranquilo, unas no saben bien a bien cuál es el antro de moda. Tomamos una decisión, bolsas, carros y nos dirigimos a la Trova, en cuya puerta estuvimos a lo sumo unos cinco minutos antes de decir: ¿de veras queremos estar aquí?
Pensar, pensar.
Yupi. Nos fuimos al Yuppi.
Un área peque sólo para nosotros. Un mesero guapo, una t.v. con vh1, mesas, sillas, bancos, un mural absurdo y del que nos reímos buen rato. Primera ronda: cuatro cervezas en tarro, cuatro soles en botella, una coca y una limonada. Great videos en pantalla, Live, Foo Fighters, Moby y Gwen, Oasis, Pearl Jam… y justo en el momento cúspide de Jeremy… la pantalla se pone azul, se escucha un ejem, ejem y de pronto leemos: ¡Karaoke!
Sí, sin saberlo, caímos en un lugar de Karaoke. Nos burlamos, nos quejamos, rechiflamos pero entonces cuando se comienza a escuchar Las mil y una noches, de Flans, todas sacamos a relucir el cobre (¿ochentero?) y cantamos a coro como si esto fuera un baile de secundaria. Poco faltó para que arrebatáramos el micrófono a la ingrata (créanme, muy ingrata) que cantaba. Luego una de Manzanero, una de Arjona (cuyas canciones siempre salen sobrando), José José, Alejandro Fernández (interpretado por un potrillo camisa roja cuyos encantos fueron cuestionados, señalados y casi casi, medidos).
La noche se aderezó con deberes: “tenemos que aprender a bailar en tubo”, cuestionamientos: “¿queremos aprender a bailar en tubo?”´, dudas: “es este el baño de muj….” (no era, y la susodicha al parecer no vio nada extra-ordinario), confesiones: “la de ideas crápulas que he tenido con ese tipo de la libr…” , afirmaciones y ofuscaciones gramáticas: “los del karaoke no saben nada de ortografía, fe no se acentúa!”, y por supuesto con nuestras risas y la conciencia (incluso bajo la influencia etílica tenemos conciencia) de que juntas la pasamos genial una y mil noches (ni quién supiera que somos escritoras que sí saben divertirse, que sí saben vestirse y que cuando menos si no escribimos bien, acentuamos bien, muy bien).
La luna nos unió y cuando llegó la hora de ir al sur y al norte (los dos puntos cardinales que nos dividen) nos abrazamos, nos besamos en la mejilla y prometimos vernos de nuevo bajo la luna del próximo viernes.