El pan
El martes pasado mi hijo fue víctima de dos perros. Eso le pasa a los niños que como perros salen correteando la motoneta del pan. Bueno, nadie le dice que no a esas donas de chocolate. Menos mi hijo. Y la cosa fue así, me metí por el dinero y el de cinco, temeroso a perder la oportunidad de saborear su consabida dona de chocolate, corrió like the wind tras la moto.
Los perros
El pequeño corría, corría y gritaba, gritaba: Señor, espere mi mamá fue por el modedero (sic), Señooooor. Iba tan concentrado en su asunto que no se percató de la presencia de dos pinches perros que lo persiguieron, le pescaron la espalda y lo tumbaron en plena calle.
Nadie alrededor.
Salía yo de la casa cuando lo veo venir, triste, lloroso y doloso.
Me mordieron, me mordieron, decía.
El chaleco
Quien conoce a Juanantonio, sabe que mi hijo desde mayo pasado habita las calles de la colonia con sus botas de astronauta bien puestas y su chaleco contra la nieve. El verano no lo asusta. Así que, por supuesto, ese martes de mordida mi hijo llevaba su outfit de todas las tardes. El chaleco fue precisamente lo que lo salvó de una mordida mayor (¿hay mordidas de primero,segundo y tercer grado?). El caso es que no pasó de un moretonazo y tres raspones. Pero el susto, el susto sí fue de primer grado (suponiendo que existan los sustos de primer, segundo y tercer grado).
El recuento
Quien conoce a Juanantonio, sabe que mi hijo habla mucho… MUCHO, así que quien conoce a Juanantonio puede imaginarse que pasamos una semana escuchando el recuento de los daños. La novedad de la semana fue que el de cinco ahora le teme a los perros, excepto a los que viven en casa de sus abuelos (y eso porque uno es viejo, la otra minúscula y otro más muy bruto).
El miedo
Este sábado comíamos en casa, sopa de avena y atún (¿ya les dije que ahora sí dejé la carne roja?) y platicábamos cuando de pronto me lo dijo: Dice la Ene que tenemos que enfrentar nuestros miedos. ¿Perdón? Sí y que por eso hay que buscar a los perros. Y yo creo que tiene razón, debo enfrentar mis miedos. Pero yo le dije a la Ene que para enfrentar nuestros miedos no es necesario enfrentar a los perros, puedo enfrentar el miedo en mi cabeza: así, perdiendo el miedo.
Así: perdiendo el miedo.
Así se enfrentan los miedos, perdiéndolos.
Así de simple.
¿Lo sabía usted?