Durante mayo viví lo más terrible que alguien que escribe puede vivir.
Mi computadora se quemó.
La tarjeta madre, me dijo mi técnico-terapeuta oficial. Por supuesto dije: ¡Madre! Me explicó: Si le ponemos otra y le ponemos …(espacio porque no recuerdo la palabra) quizá todavía podamos recuperar tus documentos. No me tomé la molestia en preguntarle cuánto saldría el chistecito. Simplemente le dije: yo te llamo. Mi técnico-terapeuta fue muy amable en: a) no preguntarme si había respaldado y b) decirme está bien, espero que me llames (aunque sabía que no lo haría en mucho tiempo).
Los más cercanos de mis cercanos me reclamaron inmediatamente lo único que se le puede reclamar a alguien en estas circunstancias: ¿por qué chingados no respaldaste? No sé, no sé por qué chingados no lo hice a tiempo. Ahí en la tarjeta madre, que hoy descanse en paz, estaban por lo menos 70 cuartillas de mi primera novela.
El resto del verano los más cercanos de mis cercanos fueron amables en no tocar más el tema del respaldo. Si acaso me preguntaban cómo iba con la novela, si la había retomado. No sé por qué, siendo tan dramática como soy, no le salí a nadie con que la iba a dejar para siempre. No. Inmediatamente me puse a buscar algunas impresiones, algunos viejos respaldos, y a trabajar.
Así corrieron junio, julio, agosto.
Los más cercanos de mis cercanos de cuando en cuando me preguntaban cómo iba y yo veía ojos de respaldo en ellos, ojos de bellas expectativas.
Y el jueves nueve de septiembre, por ahí de las diez de la noche… cuando menos lo pensaba, cuando menos lo imaginaba, había encontrado la forma de enlazar esto con aquello, había resuelto ese pequeño meollo. Y de pronto…
Terminé mi novela.
El trabajo de un año, perdido en un día, recuperado en tres meses. No, no es la novela que comencé hace un año. Es otra. Y si bien le falta el pulimiento que le falta a todos mis textos y si bien no es la graaan novela, y si bien a lo mucho le gustará sólo a dos o tres personas que conozco… me siento contenta.
Terminar lo que uno comienza siempre es suave. Sea como sea, se siente bien.