Hoy domingo 29 de agosto, después de comer la rica comida china del restaurant nuevo de la colosio, me siento a escribir un post que vengo marinando desde anoche. Y al entrar al dashboard, ¡oh sorpresa:! hay cientocuarenta posts publicados ya.
Cientocuarentaveces que he entrado a este lugarcito a decir lo que se me ocurre (que regularmente no es nada serio ni mucho menos inteligente). Cientocuarentaveces que he platicado todas las barbaridades que me ocurren, que observo, que siento, que sufro, que gozo, que aprendo, que experimento, que vivo, vivo, vivo.
Porque vivo. Vivo y escribo. Escribo porque vivo. Vivo porque escribo. Y que me regañen los de la sociedad general de escritores por pensar que la escritura es también un acto de sanación, no me importa. Mi escritura me sana, me alimenta y lo mejor: me divierte porque me recuerda quién soy yo.
Son cientocuarenta. Los lectores no son cientocuarenta. Pero son. Pero escriben y me dicen lo que piensan y ponen sus recaditos en mi Tag. Y hay lectores que cuando me ven en la calle me dicen, Sylvia me gustó tu post de…
(sylvia suspira)
Ay, soy cientocuarenta veces yo en este blog…