EL VECINO QUE ES PINTOR (and has a dog)

Estaba enfurecida. De esas veces que ni siquiera tirar hielo a la pared (el remedio ese para sacar la neurosis y cuidar los vasos y platos de la casa) era la solución. No tenía ganas de sentarme y meditar en el yoggi way. Así que me puse mis tenis rojos (tan lindos ellos) y salí a caminar.

Mi cara de pocos amigos no duró mucho. Cerca del Oxxo (el único oxxo en toda la colonia) me encontré a un compañero de trabajo paseando a su perro. No sabía que vivía ahí. Recién se mudó, de hecho, recién se mudó a la ciudad pues es de ¿Wisconsin? y entre los Hellos, What are you up to? y Are you sure your dog doesn’t bite? Inició una conversación agradable. Sin darnos cuenta llegamos a la entrada del residencial (un largo trecho desde mi casa que es la penúltima de una gran villa), da clases de historia del arte y pinta, me dijo cuando le platiqué que yo daba clases de literatura moderna y escribía.

Y fue suave.

Fue suave encontrarse a alguien que también ha experimentado el hecho de ser el raro de la calle. De regreso él tomó la cuadra a su casa y yo a la mía.

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