El fin de semana estuvo suave. Ya había planeado mi sábado totalmente en casa, así que temprano fuimos al Walmart (con lo que aún quedaba del precioso depósito que nos hizo la Natalia a nuestra flaquitita cuenta bancaria)a comprar leche, jugo, pan, etc… Ahí, en la pura entradita vi el stand ese que tienen con sushi. Paquete de 10 rollos a veintitrés pesitos… ay, ¿a poco no puedo darme un lujito? Vénganos tu reino. Agarré el sushi y pasee contenta por el resto de los pasillos.
Al mediodía me llama el m & m, ji ji, el manuelmeza, pues… Que la negra llegó ayer, que queremos comer los tres, que a dónde se te ocurre, que si a las tres pm está bien, etc., etc.,etc… Consigo cien pesitos, niñera y a la hora prevista me lanzo por el uno y luego por la otra. Curiosamente comimos sushi.
Bueno, pasó el sábado, llegó el domingo, yo teclee y teclee antes de irme a la comida familiar por el día del padre. Fin de la comida familiar, visita veloz a los otros abuelos y al padre del hijo de cinco y luego a casita… To type like the wind…
Por la noche, sola y con la casa en penumbras había un huequito en mi estómago que había qué calmar… a ver, a ver… visita al refri. Y hélo ahí: el paquetito de sushi de veintitrés pesos. Vénganos tu reino.
Pero a las tres de la mañana, el reino se convirtió en el infierno de Dante y mi estómago, mi cabeza, mi habitación entera daba vueltas y vueltas y vueltas y vueltas.
Oh, oh… sushi intoxication…
Me niego a dar detalles que podrían pecar en lo escatológico pero juro que vi mi vida pasar: yo a los 6 años al lado de la bugambilia de mi mamá, yo a los 7 cayendo de la bicicleta, yo a los 15 rogándole a Dios que ya se acabara mi fiesta de quinceaños, yo a los 18 sin saber qué hacer con mi vida, yo con un niño lindo en brazos, yo frente a las puertas de capistrano pidiendo asilo, yo, yo, yo…
Tuve tiempo de analizar mi vida. Creo que de haber podido sostener una conversación normal por más de un minuto sin ir corriendo al baño le hubiera llamado al otro m&m y le hubiera dicho, ya tumbémonos el rollo seamos amigos, también le hubiera llamado a mi hermana y le hubiera dicho dos o tres cosas importantes, habría hecho de una buena vez mi testamento y dirigido una bella carta a mi único hijo…
I’m a sushi survivor… Y veo la vida de otra manera. Por lo pronto a los sushis viejos ya no los veo con ojos de huequito en la panza.