Mi hijo se ha convertido en un obseso (no obeso, y miren que come como cerdito) de las computadoras, de los juegos de maquinita. Le rechinan los huaraches (del hombre araña) porque alguien, quien sea lo lleve a las maquinitas del Soriana, o bien, si no es mucho pedir: a Mundo Divertido.
Bueno, pues planeando un poco su diversión de verano hace días hizo un planteamiento. “Te propongo algo. La próxima semana me llevas al Mundo Divertido.” Uno no puede menos que argumentar una serie de hechos que se han venido presentando y que son:
a) berrinches
b) berrinches
c) ¿ya mencioné los berrinches?
Sus berrinches son de diversa índole: berrincheporquenoquierecomer, berrincheporquenosequierebañar, berrincheporqueseríendeél, berrincheporquequiereirconelsamy, berrincheporquenoquieresalirconpapá…
¿Cómo llevarlo al Mundo Divertido si hace tantos berrinches?
La solución en manos del hijo fue sencilla: “¡Ya sé, tú me dices qué día me vas a llevar al Mundo Divertido y ese día me porto bien!”
Muy mono el de cinco. Hay que hacer énfasis en la parte esa de ese día me porto bien. ¿Y los otros? ¿y el resto de su vida?
La verdad, ante este penoso hecho, no sé si reírme, si llorar o simple y sencillamente llamarlo “pequeño cínico, desvergonzado…” Así que, tengan cuidado si se lo encuentran y de pronto les dice: te propongo algo… Uno no sabe qué puede ocurrir… y yo: no-res-pon-do.