Vine con el Chapito porque me dijeron que ya estaba listo mi carro. Un tal chevy color arena del ’99. Y llego, saludo con el típico: Hola Chapo, cómo le fue a mi carro? Antes de contestarme, Julián (a quien me parece le va más el apodo de El Chapo, por peque) me dice que mi carro ya está listo para la otra. Sentido del humor de mi mecánico. ¿Qué puedo hacer sino reír y prometerle que simplemente YA no va a haber OTRA?
Luego el Julián me enseña sus partes… bueno, las partes del Chevy, lo más íntimo de su ser, me explicó qué le hizo ( a lo cual entendí como la mitad), me mostró esto y aquello. Y yo, con ganas de estar a solas con él, con el chevy, para prometerlo que eso no le volvería a pasar, que todo estaría bien. Que cada tres meses su aceite, que cada seis su servicio, que lo lavaría de nuevo cada domingo para que se sintiera lindo…
Total, me deshice de los últimos milquinientos pesos de mi vida para completar los últimos tresmil de mi siguiente vida. Pero el chevy está vivo y yo estoy feliz y lo quiero y lo quiero y lo quiero…