Se veía venir. Habían pasado más de cuatro meses desde la última vez que le puse antifreezer. ¿El aceite? pues si ustedes no se acuerdan cuándo le puse aceite, yo menos.
El caso es que mi día comenzó muy bien, cinco a-m, saludito al sol (nada como un poquito de yoga madrugadora), yogurt con amaranto y miel, bañito, arreglarse y salir al trabajo. Disco de Fangoria (ya les dije que me he vuelto fan de esta Alaska?) a todo volumen. La carretera es mía, me digo siempre que manejo. De pronto la agujita de la temperatura está a punto de salirse de su lugar, la pobre suda, se estira, arruga el ceño y me dice: It’s so hot in here! Zúmbale el carro estaba hirviendo y yo ni encuenta por andar cantando esa de un astronauta solo llorando en el espacio…
Y el chevy las dio, se quedó así con el puro vuelito, avanzó cuanto pudo. Hubo que empujarlo un poquito pallá… pero se le veía avergonzado al pobre.
Y hablando de vergüenzas… cómo explicarle al mecánico que todo fue culpa mía, que no le puse antifreezer, que no le puse aceite, que no me tomé mi tiempo de observar la aguja antes de que saliera volando hacia los confines del universo? cómo? ´CÓMO?
Él, por supuesto, preguntó si mi carro tenía gasolina. Me aguanté las ganas de decirle algoloquesea que dejara en claro mi orgullo femenino. Pero mejor, sumisamente le dije, sí, sí tiene. Porque, la verdad, me porté como vieja, como esas viejas a los que los batos llaman viejas por no saber cuidar sus autos.
No supe cuidar el mío. Esta es una descompostura desas que uno ve venir y de todos modos no hace nada al respecto. Desidia tu nombre es sylvia.
Lección aprendida, ahora por puritito orgullo asylviado esto, esto no me vuelve a pasar jamás. JAMÁS!