LO QUE SE EMPIEZA, SE ACABA (filosofía de cinco)

Se fue a la playa, con sus abuelos. Dos días de sol, mar, arena, freezby, sandwiches de atún y muchas conchitas. Nadó, caminó, recolectó, enterró…

Y lo llevaron a una cueva, cerca del mar, una desas cuevas típicas en San Carlos donde al primer tropiezo: raspón y al agua. Not him. Juanantonio se metió en la cueva, escaló, trepó, avanzó. A la mitad del camino al abuelo casi le da un síncope… “niño, regresa, te vas a lastimar, vuelve, vuelve” y el de cinco presa de una filosofía que no heredó de nadie contestó: “no, lo que se empieza, se acaba” y continúo su camino.

El domingo llegó a mis brazos completamente ileso y bronceado. Con una pequeña moquera y el silencio de quien no sabe cómo comenzar a platicar la gran aventura del fin de semana.

Lo abrazo, lo amo. Disfruté su ausencia, lo admito, pero no tanto como su presencia. Su pequeña forma de decirme: “todo está bien, mamá”.

Y de pronto es 10 de mayo y no pienso más que en el privilegio de ser su jefita chula.

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