Vestido negro, zapatos negros abiertos, aretes y collarcito. Mi cabello alaciado y unas gotas de perfume. Pareja de pantalón negro y camisa roja. Hacemos entrada triunfal en un local de quinceaños, graduaciones y bodas. La boda del primo Marcos. Las presentaciones, las sillas, los vasos de soda y cerveza respectivamente. Plática y risas.
Y luego llegó ella. A nuestros oídos. Llegó en la voz de otra chava a quien ni alcanzábamos a ver porque junto con su grupo ocupó una terracita tipo VIP (diría Aracely) en la segunda planta del lugar. Sí, Selena estuvo ahí, estuvo a través de sus canciones. Yo no sé si la novia o el novio son fans de la cantante texana pero nos echamos todo un popurri de Selena y los Dinos.
No bailamos (algo que a la pareja de sylvia no le gustó mucho) pero movimos nuestros piecitos bajo la mesa a ritmo de “amorprohibidomurmuranporlascalles” a pesar de que somos de distintas sociedades.
Noombre, si Selena está bien viva. Está viva en los pasitos de la gordita de zapatos blancos que se abrochan en el tobillo (megatobillo debo decir), viva en los abrazos apretaditos de aquel tipo de sombrero. Viva con las bailadas de la señora de azul cuyo marido tenía gesto de que lo estaban auscultando.
Viva en las manos de los músicos de un grupo para eventos especiales. Selena, la verdad, sería la envidia de Kurt Cobain.