No escribo poesía erótica.
No pertenezco a algún grupo de mujeres activistas.
No marcho por las calles de la ciudad protestando.
No escribo sobre la igualdad de los derechos en los periódicos.
No.
En todo caso.
Escribo cuentos de cosas bien sencillas y bien comunes.
Me gusta ser mujer.
Me gusta la forma en que mi vecina, quien también vive sola con su hija, y yo intercambiamos miradas.
Me gusta esa complicidad que me acerca a otras mujeres.