Yo no sé qué %$#/ trabajo le cuesta a la gente ser amable.No lo entiendo, nomás no. Le cedes el paso a alguien: silencio. Recoges un tomate que se le cayó a una doña: silencio. Le haces un favor a tu vecino: silencio. Le entregas un reporte a tu jefe: silencio. Le dices buenos días a los papás de los otros niños del kinder: silencio.
Miren, no pido tanto, ni siquiera se trata de leer el prólogo del Manual de Carreño. Tan sólo decir gracias, de nada, con permiso, buenosdíasbuenastardesbuenasnoches, disculpe o cualquier otra palabrita por el estilo que puede hacerlo sentir bien a uno.
Me acuerdo cuando en la escuela me decían que si civilización y barbarie y las hilachas… HI LA CHAS, la barbarie no se ha ido, está aquí, habita junto a nosotros, se pasa los semáforos, te gana los lugares en los estacionamientos, se tropieza contigo y hasta se enoja, está en todospinchislados, everywhere my dears.
Pero en mi corazoncito hay una esperanza, por pequeña que esta sea, de que un buen día alguien se tomará la molestia de saludarme, de decirme con permiso, de decirme gracias, de argumentar disculpe fue sin querer o cualquier otra palabrita por el estilo que puede hacerlo sentir bien a uno cuando uno tiene ganas de sentirse bien.
Si ni cuesta tanto.
No es un trabajo sucio ni nada por el estilo.
Es sólo seguir ese instinto civilizado que se supone que los humanos sí tenemos y los orangutanes no.
La gente me dice, qué lindo tu hijo que siempre dice gracias y pide las cosas por favor, mi hijo se ha convertido en una especie extraña que aunque no sabe quién fue Carreño -y mucho menos qué es un manual- ha aprendido lo básico para moverse por el mundo civilizado, o lo que queda de él. Sí, es más fácil educar a un niño que a un adulto que en vez de decir hola dice ugh ugh.
Chale.
Ya nadie dice hola.