¿Alien contra Depredador?
Is that serious?
Get out of here… mestán cotorreando no puede existir TAL película… ¿o sí?
Espacio de Ocio y Escritura de Sylvia Aguilar Zéleny
¿Alien contra Depredador?
Is that serious?
Get out of here… mestán cotorreando no puede existir TAL película… ¿o sí?
Ayer se corrió el rumor entre los alumnos. La maestra de literatura moderna anda filosa. Sí. Para cuando llegué a mi tercer grupo uno de los chicos me recibe con la pregunta ¿es cierto que anda filosa? Filosa ¿yo?
Y, cosa rara, ese grupo se portó bien. Hubo un momento incluso en el que mientras escribían el silencio reinaba. Duró poco el asunto, a la primera distracción de la maestra pronto todo era risitas y bullicio. Les dije silencio o cancelo el tema. A la… ¡sí anda filosa! dijo el mismo alumno.
Filosa. Nunca nadie había usado ese término conmigo (al menos no frente a mí). Y por el resto del día me sentí bien, ser “la maestra filosa de literatura moderna”, caminaba y sentía que me miraban con un respeto distinto al de los otros días. Me sentía Sigourney (de Alien) o Sharon (de Gatúbela), así caminando derechita y todos agachados alrededor.
Pero yo no soy filosa. Para cuando dejé el Campus todo volvió a la normalidad, otros autos me pitaban, mi papá me preguntaba cómo arreglar la impresora, mi mamá me decía que tenía que pagar la cuota del kinder y mi hijo… no importa. El caso es que ya no era Filosa, sino una simple mortal.
Está bien. Lo admito. Me gusta Shakira. Ahí lo tienen. Es mi pecado pop (aunque no me parece que ella sea pop). Bueno el caso es que un día en una conversación se llegó a la conclusión de que Shakira es mejor cuando está broken-hearted. Sus canciones bajo el halo del enamoramiento no son as good. ¿Será eso cierto? Patricia Peñaloza piensa lo mismo de Björk (nótese que el referente de Paty es más cool que el mío).
Hace poco, releyendo a Virginia Woolf (díganme si no soy ecléctica) me encontré con este mismo tema ¿Escribir con rabia o escribir serenamente? ¿Dónde está la mejor expresión del genio? ¿En el drama o en la serenidad? La escritora inglesa dice que quien escribe con rabia: “Escribirá tontamente en lugar de escribir con sensatez. Escribirá de ella misma en lugar de escribir sobre sus personajes. Está en guerra con su destino.”
Virginia suena sensata. Pero, ¿a poco no les encanta teclear con todas sus ganas? ¿No les gusta darle tac tac a la computadora? ¿Sacar ese nudito enreabiado que trae uno en la tripa y convertirlo en algo más? Teclear hasta que ya no quede nada, nada de nada. Después, quizá, con la serenidad que sólo el tiempo ofrece podemos releernos y con suerte hacer de ese momento rabioso un acuerdo con el destino de los personajes. Es decir: un texto más o menos sensato.
¿Será posible escribir con rabia y serenamente?
No lo sé.
Sé que con frecuencia, yo sólo escribo tontamente.
Sábado. Diez treinta de la noche. Toc toc. Puerta. Beso en la mejilla. Un six. TKT. Limones. Sal. El jardín. El six helado. La piedra grande. La banqueta. El carro. El estéreo del carro. ¿The cure? Sí, The Cure.
Risas, bromas, recuerdos. Los recuerdos.
El presente.
¿El futuro?
Doce de la noche. Botella de vodka. Jugo de piña. Más risas, más bromas, más recuerdos. The Cure.
Y los dos cantando: Just like heaven.
Lo intenté.
Traté de sacarte de mi mente.
De no pensar en ti.
De no recordar todos esos momentos juntos.
En el carro.
En la casa.
Lo intenté.
Traté de superarte, de superarlo.
De decirte adios.
De hacerme a la idea de tu definitiva ausencia.
Lo intenté, pero no pude, querido portadiscos…
No puedo.
No puedo dejar de pensar en ti, en todo lo que guardabas
en tu cuerpecito de vinyl.
Te extraño hoy aún más porque me he dado cuenta que dentro de ti
llevabas también mi disco de los RayasBlancas.
¿Dónde estás, cariño? y ¿dónde está el maldito que te apartó de mí?
Maldito.
Como dice el tulio: maldito entre malditos…
Ayer viernes iba a salir con mis amigas, sorry chicas que les quedé mal. Preferí quedarme en casita a calificar los chorrocientos millones de ensayos, reseñas y exámenes de mis alumnos. Bueno, no es que preferí, sino que me pareció prudente acabar con eso para hoy dedicarme a la tarea y mañana domingo a hacer absolutamente nada.
Para eso de las diez de la noche comprendí que si tenía que ponerle acento a la palabra científica una vez más, me volvería loca. Apagué la lamparita del escritorio y llevé mi cuerpecito lindo al sillón de la sala, donde suelo leer. Estaba dispuesta a no leer sino a ver sólo el techo.
Pero ahí, desde el librero se asomaba. Me guiñaba. Y caí.
Me levanté, tomé Puente del cielo de Adriana Díaz Enciso y descubrí que a veces sería mejor no ser maestra, ni escritora, ni nada. A veces sólo quisiera ser lectora. Y escalar, escalar, escalar las letras, las palabras, las frases, las páginas, los libros.
A ver, a ver, que se ponga al brinco ahora. Que me salga ahora con que no te voy a dejar en paz, que te duela, Sylvia, sí que te duela, que no puedas caminar y que te sientas toda sonsa, voluble y rotundamente histérica. Que me diga, que me diga que de aquí derechito al quirófano y a ver a cómo nos toca.
You and whose army? le voy a decir mientras me tomo las pastillas, sí, las pastillas que convertirán en polvo a esa bola intrusa…
You and whose army? le voy a decir mientras me tomo un sorbito de agua, le subo a la canción de radiohead y pienso todo pasa y nada queda.
Nunca he entendido cómo me las ingenio para estar presente cuando las conversaciones más inverosímiles se llevan a cabo. En esta ocasión, heme en miércoles a las siete aeme en la biblioteca del campus. Mi grupo, de cuatro alumnos, resolvía el examen mientras yo leía a Collingwood (reverencia, por favor).Cerca de nosotros estaban tres chicos cuya clase no comenzaba hasta dentro de una hora, estaban por ahí platicando ¡de libros!como si eso no fuera biblioteca sino el bar La biblioteca. Al principio no puse mucha atención. Pero entonces comencé a escuchar una serie de afirmaciones (relevantes?) que no puedo sino compartir. De acuerdo a estos tres tipos:
La conversación continuó. Alguien afirmó haberse gastado el mes pasado cincuenta dólares en puros libros. “Regalados”, dijo. Ni siquiera me atrevo a pensar qué libros y qué opinión se ha creado de los mismos tras su lectura. Pero no podemos quejarnos, nuestros jóvenes leen.
Qué suave cuando quien menos esperas, va a tu casa preocupado por tu salud y te dice “vamos a solucionar esto sealoquesea, tú-no-te-preocupes” y te abraza fuertefuerte.
Qué suave cuando insiste hablar en plural.
¿Seguirás sosteniendo ese muro que te separa de él?
No lo sabes.
Pero qué suave no estar sola cuando crees estar sola.
Qué suave cuando el miedo es sólo una página en un viejo libro.
Hoy domingo 29 de agosto, después de comer la rica comida china del restaurant nuevo de la colosio, me siento a escribir un post que vengo marinando desde anoche. Y al entrar al dashboard, ¡oh sorpresa:! hay cientocuarenta posts publicados ya.
Cientocuarentaveces que he entrado a este lugarcito a decir lo que se me ocurre (que regularmente no es nada serio ni mucho menos inteligente). Cientocuarentaveces que he platicado todas las barbaridades que me ocurren, que observo, que siento, que sufro, que gozo, que aprendo, que experimento, que vivo, vivo, vivo.
Porque vivo. Vivo y escribo. Escribo porque vivo. Vivo porque escribo. Y que me regañen los de la sociedad general de escritores por pensar que la escritura es también un acto de sanación, no me importa. Mi escritura me sana, me alimenta y lo mejor: me divierte porque me recuerda quién soy yo.
Son cientocuarenta. Los lectores no son cientocuarenta. Pero son. Pero escriben y me dicen lo que piensan y ponen sus recaditos en mi Tag. Y hay lectores que cuando me ven en la calle me dicen, Sylvia me gustó tu post de…
(sylvia suspira)
Ay, soy cientocuarenta veces yo en este blog…