CORAZÓN (reflexión cardíaca)

Anoche, mientras leía un cuento de Jonathan Safran Foer sobre los asuntos cardíacos de una familia me puse a pensar en los de la mía. En mi familia al menos cinco personas han fallecido por alguna enfermedad cardíaca. Cinco no es tanto, pueden decir ustedes. Pero si consideramos que mi familia no consta de más de 15 personas (claro, no estoy contando a los hijos de mi hermana que son un montón), entonces los números asustan realmente. “La tercera parte de mi familia tuvo un corazón débil”, pensé al principio. Luego corregí. “Si bien la tercera parte de mi familia ha muerto por un corazón débil, las otras dos terceras partes han tenido que lidiar con nosécuántascosas por -exactamente- lo mismo”. Debilidad del corazón. (Claro, vale considerar aquellos miembros que fuman, beben, comen carne o harinas en cantidades preocupantes).

Pero en realidad yo pensaba en los otros, en todos los otros que siempre tenemos un lío en el corazón. “¿Cuántos, a fin de cuentas, moriremos del corazón -sea cual sea el mal de nuestro corazón-?”

No me pude responder.

COSMOS DE FRAGILIDAD Y DESOLACIÓN (¿hay de otros?)

Heme aquí. En una computadora que no es la mía, con una cara que tampoco es la mía escribiendo por enésima vez el enésimo borrador de una ponencia que se llama La narrativa de Cristina Rivera-Garza: cosmos de fragilidad y desolación. Y mientras lo hago y mientras me doy topes con la teoría literaria y mi concepción (menor) de literatura me siento como salida de una catástrofe aérea (Peri Rosi, dixit).

Puf.

HOLY WEEK

Esta será una de esas que los humanos llamamos “semanitas” y no por lindas y pequeñas sino por perras desgraciadas llenas de deberes, las muy hijas de la…

Mi semanita incluye:
1) observar a una maestra más
2) hacer un vaciado general de todos los maestros que observé este semestre.
3) asistir a una junta donde presentaré dicho vaciado general
4) hacer una megalectura y redactar su megareporte
5) hacer otra lectura, vestirme de guadalupana y escribir un reporte sobre el impacto de la virgen de guadalupe en los mexicanos (¿se acuerdan que una vez les hablé de esta tarea?)
6) hacer un examen
6.1) aplicar dicho examen
6.2) calificar dicho examen
7) terminar de sacar promedios y pasar calificaciones de mis CINCO grupos.
8) terminar la ponencia.
9) terminar la ponencia.
10) ter mi nar la po nen cia.
11) asistir al coloquio y poner cara de literata seria.

Necesito un café y días de 28 horas para cumplir con todo esto. No esperen muchos posts esta semana.

ABRAZO APRETADO Y TARDÍO

Para Miss O. conocida en el bajo, medio y alto mundo como La Negra pues ayer fue su cumple cumple. Asumo que el sábado comenzó el festejo que de seguro se extendió hasta el infinito y más allá.

FARENHEIT!!

La Revista Farenheit realizó su 1er. concurso de Fotografía Contemporánea en el cual participaron cerca de 400 fotógrafos y 700 imágenes, de ahí seleccionaron 12 finalistas. Y ruuuuuulta que el 2o. Lugar se lo ganó nuestro queridísimo Carlos Licón (a.ka. el esposo de la Ely y el papá de La Liber).

El jurado lo conformaron (nada más y nada menos que): Pedro Meyer, Paty Mendoza, entre otros.

El premio es un viaje redondo a Paris, pagadito por Air France. Magnifique!

BRAAAVO!

Así que si alguien quiere fayuca francesa, escríbanle a la ely o al carlitos. Despístenla, no? y por lo menos felicítenlos primero.

MAÑANA

En la Sala Luisnoséqué, de la Casa de la Cultura.
A las seis pm.
Estará Omar Pimienta conversando sobre el Colectivo la Clicka, de TJ.

Luego.

En la Galería de la Casa de la Cultura.
A las siete pm.
Se inaugurará la exposición fotográfica de la Clicka.

Después.
En La Negra.
A las nueve pm.
Estará David Miklos presentando su novela La piel muerta.

Más tarde.
En algún lugar.
Sin hora exacta.
Estaremos festejando todo y nada.

¡NO FALTEN!

AYER

Seleccionamos y “montamos” las fotos. Nos reímos, cenamos, platicamos, nos reímos, filosofamos, dijimos salud, saludamos a muchos y asustamos a varios.
Como hacemos siempre, cuando él viene aquí o yo voy allá.

DESCUBRIMIENTO FILOSOFAL

Alguien ha descubierto el gran secreto filosofal. Alguien, por fin, me ha revelado que uno de los dos antídotos perfectos contra las totalidades es:

un Blizzard.

El otro antídoto, me lo reservo.
Porque luego por compartir todo uno se queda sin nada.

PERO NUNCA RABIA (relatillo)

La primera vez tenía ocho años.
Sus padres le habían pedido que saliera al jardín pues “había cosas que hablar”. Elena obedeció, como siempre. Caminó despacio, casi con fragilidad hasta el jardín. Se sentía pequeña. Se sentía vacía. Observó el jardín. Acababa de llover ¿dónde sentarse y a hacer qué? Se acomodó en la banqueta, húmeda por supuesto. Trataba de ignorar las palabras que sus padres cruzaron durante la comida. Trataba de ignorar las voces que golpeaban tras la puerta.

Descubrió una varita caída del árbol. Sin pensarlo la tomó, se puso a dibujar sobre el lodo; luego comenzó a tocar apenas el charco frente a ella, formaba ondas que crecían poco a poco. Como ese extraño sentimiento dentro de ella. Pero a los ocho años uno no sabe definir sentimientos. Al menos ella no. Sabía que tenía ganas de llorar pero no sabía por qué. Quizá es que ser niño a veces implica no saber.

Desde aquel rincón del jardín algo verde se movía. Elena se levantó, caminó sigilosamente. Descubrió unos ojos. Comprendió que eso era un sapo. Avanzó un poco más. Luego, más cerca de él se mantuvo quieta. Unos minutos. Ninguno de los dos se atrevía a moverse. Los grandes ojos del animal no le quitaban la vista. En su mirada había algo que ella no comprendía, una especie de dulzura que aborreció desde el principio. Si ella hubiera sabido de sentimientos quizá la hubiera llamado compasión. Pero ella no sabía de eso.

De pronto, algo inexplicable llenó su cuerpo. Elena apretó la vara en su puño y dejó caer un golpe frío, certero, sobre el sapo que no pudo escapar. El animal se movía aún y ella dejaba caer una y otra vez la vara. No sentía asco, no le importaba las manchas sobre sus tenis blancos. Cuando terminó, pateó el animal, aventó la vara y experimentó una sensación que tampoco podía definir… pero le agradaba.

Elena descubrió entonces lo que de adulta, a veces llamaba placer, otras veces éxtasis.
Pero nunca rabia.