CONCLUSIONES A LA KONG

Después de ver King Kong, y ser seguramente la única espectadora que lloró a moco tendido al final, llegué a las siguientes conclusiones:

1) Debo buscar un amigo parecido al Capitán del barco para que me saque de todos los apuros habidos y por haber… (especialmente del jijo ratón que vive con nosotros, ya casi en plan de mascota el muy wey desde hace un mes).

2) Quiero un King Kong en mi vida (no tan grandote y no tan peludo, tampoco tan animalesco) (meza, ahórrate los comentarios).

3) Me gustaría así cuando derrotada por aviones y metralletas (o críticos y editores) ser capaz de levantarme y golpear mi pecho una última vez (si es sobre el empire state mejor).

BREAK UP (relatillo)

La verdad es esta: fui a que me patearas el culo… a que me dijeras de una buena vez lo que en realidad argumentabas desde la primera vez: no somos compatibles. Por supuesto que tus argumentos son tan vanos como tus besos. Tan frágiles como tu deseo. Si pudieras, serías capaz de decir que incluso el tamaño de tus lunares no combina con el tamaño de los míos. Todo con tal de terminar conmigo… de patearme el culo, pues.

Yo qué te puedo decir, no te voy a convencer de que tus lunares (redondos o no) (combinables o no) son un manjar. No hay argumentos suficientes (por lo visto tampoco besos, abrazos o palabras) que logren hacerte ver que esto podría funcionar. Además, no tiene caso, yo me hice a la idea y si fui a verte fue solamente a eso, a que me patearas el culo de una buena vez, así que ahorrémonos los sutiles “no eres tú, soy yo” y patéame, patéame bien duro mamacita.

LA ESCRITURA DE LAS SOMBRAS

Alphonse Dupront decía que la búsqueda histórica del sentido no es sino la búsqueda del otro. Para Michel de Certeu la historia hace hablar al cuerpo que calla. Juan Villoro admite que en cierto modo la literatura deriva su fuerza de reparar un origen perdido. J.M. Coetzee plantea que uno no escribe porque tenga algo que decir sino que la escritura revela lo que uno quería decir. Y puedo continuar citando autores e ideas que a fin de cuentas nunca nos van a explicar qué son esas sombras que se esconden bajo nuestra escritura y que nos empujan a ello: a escribir.

GONE

She was gone. She left many years ago, when she moved away, when she changed her name, when she decided to do it for something (or someone) unknown to us. She was gone. She left when she visited us and we realized she wasn’t she, she wasn’t her anymore. When she torn all the pictures, all memories. She was gone. She left when she decided to stay there, over there, were the beating, the pain, the isolation were like an everyday prayer. She was gone. She left three years ago when she hung up the phone begging for oblivion, our oblivion. We never forgot. We never left. We were never gone.

She was gone, she was gone for good.
Until now.

She sent letter and photos to remind us what we hate the most: she is gone.

FRASE DEL MES

Escuchada a las once de la noche en Rosarito mientras se hablaba de las taquerías locales:
“Neta que esos son los U2 de los tacos”.

KIWI ROBBERY



Hoy me robé un kiwi.
Fui a casa de mis padres. Eran las 7:47 de la mañana. El hijo esperaba en el carro a la madre que corrió en sus tacones del 4 a recoger algo que el pequeño olvidó ahí la noche anterior (casi nada, la mochila de la escuela). Aproveché para dejar ahí mi edredón que pide un shower a gritos. Pasé por la cocina veloz a dejar la cosa esa sucia en el cuarto de lavado. El gran frutero de mi madre me sonrió. El gran frutero de mi madre lleno de delicias. El gran frutero de mi madre tenía un kiwi. Uno solo, uno nomás. “Mira, un kiwi”, me dije y salí de ahí. Los ocho pasos a la puerta de entrada los utilicé para pensar: “qué loco que haya un kiwi en casa, qué loco que sólo uno, hace cuánto que yo no veía un kiwi, me acuerdo cuando los kiwi me daban alergia, qué rico un kiwi” y antes de seguir con mis kiwipensamientos ya me había dado la vuelta.

Frente al gran frutero de mi madre estuve en la disyuntiva: “¿lo tomo y me voy o lo tomo y dejo una nota… lo tomo y subo a avisarle a mi madre que me voy a llevar un kiwi?” Si fuera un plátano o una naranja lo tomaría y no pasaría nada, incluso si fuera el último plátano o la última naranja porque es sólo eso: un plátano o una naranja. No es como que tus padres se van a levantar y al ver el frutero (el granfrutero de tu madre) dirán: “¿quién se llevó el plátano? ¿quién tomó la naranja?” Pero en este caso se trataba de un kiwi y cualquiera se levantaría, notaría su ausencia y gritaría: ¡¿quién tomó el kiwiiiii?!

Me la jugué.
Hice lo que normalmente no hubiera hecho.
Sonreí.
Tomé el kiwi.
No dejé una sola nota.
Me marché sin un solo atisbo de culpa.

Y heme aquí, feliz, saboreando my kiwi robbery.

La cuentista y los fot�grafos en Puerto Nuevo. Foto: LM Posted by Picasa