LOS VAPORES DE LA IMAGEN

Al inicio de su novela The dark sister, Rebeca Goldstein[1], describe el ritual de Hedda, una escritora de treintaytantos, en pleno proceso creativo. Ella después de estar escribiendo por una o dos horas, se levanta de su escritorio a mirarse en el espejo por una o dos horas también. “De este modo, las ideas llegaban”, explica el narrador. “Su reflejo, alargado por el ángulo en el cual el espejo tocaba la pared, era – por ahora- el campo sombrío, el acto de metamorfosis, a través del cual los vapores de la imagen se convertían en palabras”.

No sé aún por qué rescato esto aquí, pero en cuanto lo sepa, hago otro post.

[1] Goldstein, Rebeca. The dark sister. 1st. ed. USA: Penguin, 1993.

SUEÑOS BELLOS

He conocido a gente que dice que no sueña cuando duerme, en mis -bellos- dentros yo pienso “pobrecitos” pero les digo: “¿de veras?”. Y es que yo sí sueño cuando duermo. Sueño mucho. Taradez y media, lo cual supongo significa que en mi subconsciente yace (¿o subyace?) taradez y media.

Pero hay sueños bellos.

Con cierta frecuencia sueño a mi hermana, estamos juntas sentadas en una sala mi hijo juega con sus hijos. Tomamos café. Ella me sigue diciendo que no debí divorciarme. Yo me sigo callando todo lo que pienso de su matrimonio. Tomamos café. Se le ve linda, me sigue llamando “mi nena” a pesar de que ya no tengo edad para ser su nena.

También sueño a mi otro hermano que también vive en otro lugar. Anoche, por ejemplo, soñé que caminábamos por Chapultepec. Luego nos metíamos a un lugar a comer tortas. Yo pedía una cubana y le decía “de éstas no hay allá” y él me decía “pero acá no hay tacos de cabeza como allá”. Nos reíamos. Mi hermano no me dice qué debí o no debí hacer. Yo no me callo lo que pienso con él.

Lo dicho, hay sueños bellos.

3 PALABRAS QUE LE DAN RISA AL DE CASISIETE

1. Wey.
Palabra emitida por su mamá un número repetido de veces mientras ésta maneja. El susodicho aunque no sabe bien qué significa ha admitido abiertamente que el sonido le parece gradiosísimo y por supuesto también el tono que su mamá inyecta a su uso.

2.Calzones.
Agregue usted un nombre, por ejemplo: los calzones de Felipe, o bien un adjetivo: sucio, apestoso o cualquier otro parecido, y las risas se triplican.

3.Puto.
La vio escrita cerca de la cooperativa de la escuela, al relatar este hecho el susodicho mostró una incapacidad de repetir la palabra, lo invadían las risas y, como el mismo dijo, la vergüenza. Hace poco volvió a leer la palabra en una lectura en voz alta que hacía de los subtítulos de una película, fue un lapsus, se quedó tan sólo en la primera sílaba e inmediatamente después tapó su boca y cayó presa de las risas.

AL ESTILO BONNIE AND CLYDE

Ayer el Omar y yo descubrimos que un blog de Puebla no nos tiene en los links. Obviamente no aparecemos en muchos links de blogs en Puebla, Querétaro, Veracruz, Tamaulipas, etc., etc., etc., muchos muchos etc.

Por lo tanto llegamos a la determinación de que tomaremos un carro (el fiesta rojo de la sylvia porque la troca del omar está out of service) y viajaremos a todos los rincones del país a hacer nombre.

Y si después de terminado el viaje, seguimos igual de desconocidos. Haremos el mismo viaje, asaltando a la Bonnie and Clyde style.

LISTA DE MANDADO…

La siguiente lista fue dictada por la mamá y capturada por el hijo, conocido como el de casi siete.

  • uevos (sic)
  • leche
  • fruta y verdura
  • mantequi lla (sic)
  • jugetes para el ijo (sic) (sic)
  • cerial (sic)
  • espageti (sic)
  • jugos ijo (sic)
  • champu mama (sic) (sic)
  • mas jugetes para el ijo (sic) (sic) (sic)
  • te (sic)
  • niebe (sic)

Vale aclarar que hay artículos en la lista que no fueron dictados por la mamá por lo tanto tampoco fueron comprados.

EL TAMAÑO DEL NUDO (relato)

Espero que llegues. Espero nuestro turno. Espero que esta cita resuelva, nos resuelva. Esto debe tener solución. Quiero que tenga solución. Porque te quiero y tú lo sabes. Te lo he repetido tantas veces. Me lo has preguntado tantas veces.

Nunca había estado en uno de estos consultorios. Cuando Maggie me dijo lo bien que le había caído a su relación con Rubén charlar con un terapeuta, no hice sino tratar de convencerte. Tomó tiempo.

Espero que llegues. Espero nuestro turno. Tomo una revista, la hojeo. Paso las hojas como he pasado los últimos dos años contigo: casi sin ver. Me topo con un artículo: “El tamaño del nudo”, no sé por qué pero el título me gusta. Comienzo a leer.

“En Italia, alrededor del siglo XV uno de los deportes favoritos de la gente eran las peleas con cuerda. Éste consistía en amarrar a dos luchadores con una cuerda gruesa. Ya dentro de la cuerda, los competidores para se golpeaban el uno al otro. La gente vitoreaba y aplaudía a su favorito. Sin embargo éste era un deporte extremo pues con frecuencia la muerte de uno de los contricantes era el resultado de esta curiosa lucha. Esto resulta obvio si contemplamos que aquel que comenzaba a sentirse vencido no podía escapar a los golpes pues quien se presentía vencedor no bajaba la defensiva; llevaba su rudeza hasta las últimas consecuencias. Llama la atención el reconocimiento al ganador, se le otorgaba la cuerda que lo amarraba y éste hacía un nudo en ella; como muestra de su victoria el sobreviviente de la lucha caminaba por las calles balanceando su cuerda y amedrentando a la gente a su alrededor…”

No he podido continuar la lectura. Me detengo. Observo a mi alrededor. Mis manos tiemblan. Decido salir de ahí. Como puedo, te mando un mensaje a tu teléfono y te digo que me siento indispuesta, que dejemos la cita para otro día. “Por supuesto”, me contestas. Me subo al auto y conduzco a casa. Tengo un nudo en la garganta. Mientras avanzo por las avenidas, esas imágenes avanzan en mi mente, es como si las hubiera visto en una película en blanco y negro. Cierro los ojos y ahí están: los rostros , los gritos y aplausos, el grosor de la cuerda, la frecuencia y dureza exacta de los golpes. El tamaño del nudo. Todo me habita. La sensación no tiene unos minutos dentro de mí. Tiene dos años. Dos y dos costillas rotas exactamente.

Un semáforo en rojo detiene mi prisa. Rompo en llanto. No puedo sino pensar en este otro tipo peleas, en las que uno ya no entiende por qué participa. Peleas que sin cuerda y sin público, terminarán irreversiblemente con uno de los dos. Abro los ojos y observo a uno, a muchos vencedores que, también en la calle, bambolean invisibles cuerda y nudo frente a los demás.

Amedrentando sin hacerlo.

Espero que llegue el verde. Espero mi turno. Pero mientras, bservo el tamaño del nudo.

ENCONTRAR LA VOZ o NO ENCONTRAR LA VOZ (he ahí el dilema)

La casualidad me llevó a ese artículo sobre Kathy Acker, una posmoderna-neopunk escritora norteamericana. La red me llevó a artículos sobre ella y entrevistas. Dejo en sus ojos, querido buscador de voces la postura de esta autora sobre tan preciado tema:
– How did you find your voice, literary or ?–

– You know I never did. I found my voice was a reaction to all that voice stuff. You know, I’ve been told that by some of the writers in the generation above me: You’ll be able to write when you’ve found a voice. And I couldn’t find one–and I kinda didn’t want one. I want to tell everyone what to think. So I just invented ways to write without having a voice and then everyone said: Oh! It’s really clear what your voice is !

(Risas del público)

EL MOHO DE LA DUDA

Mientras la duda se centra en los valores supremos, la vida aún resulta llevadera, pues incluso acrecienta los placeres sensoriales; pero también afecta a las cosas visibles en las que se solazan los sentidos. Es como el moho que desde el techo se extiende por el papel en la pared, blanqueando el dibujo.

Ernst Jünger, Un encuentro peligroso.

EL TAMAÑO DEL NUDO

He leído que en Italia, alrededor del siglo XV-XIV uno de los deportes favoritos de la gente era amarrar a dos luchadores con una cuerda gruesa para que éstos se golpearan el uno al otro. Con frecuencia la muerte de uno de los contricantes era el resultado de esta curiosa actividad, porque claro aquel que comenzaba a sentirse vencido no podía escapar y aquel que se presentía vencedor no bajaba la defensiva. Como reconocimiento, se le otorgaba al ganador la cuerda y éste hacía un nudo en ella como muestra de su victoria y no sólo eso, caminaba por las calles balanceando su cuerda y amedrentando a la gente a su alrededor.

No he podido borrar esas imágenes de mi mente, es como si las hubiera visto en una película en blanco y negro. Cierro los ojos y ahí están: los rostros , los gritos y aplausos, el grosor de la cuerda, la frecuencia y dureza exacta de los golpes. El tamaño del nudo. Todo me habita. Y, lo siento, pero no puedo sino pensar en otro tipo peleas entre dos personas, peleas que sin cuerda y sin público, terminan irreversiblemente con uno de los dos. Abro los ojos y observo a uno, a muchos vencedores que, también en la calle, bambolean invisibles cuerda y nudo frente a los demás.

Amedrentando sin hacerlo.

POCAS COSAS (relatillo)

Sabía poco de ella. Pocas cosas, casi nada, prácticamente podría enumerarlas: 1) a sus sandwiches no les ponía mayonesa, 2) prefería la coca-light, 3) los besos, con mordida, una leve, pequeñísima en el labio inferior, 4) olía a vainilla, 5) elegía a las escritoras y a las películas españolas por sobre las demás, 6) la cerveza siempre oscura, nunca clara, 7) tenía tres hermanas, 9) elegía el lado izquierdo de la cama, ¿o será que yo atesoro el derecho?, pensó antes de decir: 10) no creía en nada y a veces sentía que sería bueno creer en algo.

Por eso cuando la casualidad le trajo a la hermana de ella, cuando la casualidad los llevó a charlar sobre esa mujer – de quien sabía pocas cosas, casi nada -, no pudo sino sentir emoción. No, emoción es poco, fascinación. ¿Quién no se fascinaría? y es que ella, en la tele, prefiere los noticieros y mientras los ve toma notas y si mientras toma notas se topa con una palabra nueva corre al diccionario, lo revisa y después, sonríe para sí, gustosa de lo aprendido.

Es cierto, sabe poco de ella, pocas cosas que son, en realidad, casi todo.