LO QUE EL SPAM PIENSA DE MÍ

He tratado de actuar con infinita paciencia ante el spam. Trato de borrar los mensajes que llegan a dos de mis tres cuentas de correo tranquilamente, sin más. Click y punto, sin enojarse ni gruñir ni nada parecido.

Pero todo llega a un límite.

Si me dejara llevar por la emoción ya hubiera realizado un sabotaje de dimensiones atmosféricas y todo porque he llegado a la conclusión que de acuerdo a los canales de ventas o de virus dentro del internet:

– Zeleny sería mi nombre y no mi segundo apellido.
– Yo sería un varón que:
– Sólo piensa en pornografía, en conseguir empleo y en conocer hombres y mujeres de todo el mundo para tener nasty sex.
– Necesita medicamentos gratis.

Eso da risa, sí. Pero qué tal si les digo que no sólo soy un hombre adicto sino que además soy un hombre con un pene pequeñísimo porque por lo menos el 70% de la publicidad que me llega dice “penis enlargement” como si yo lo necesitaraaa!!!. Así que mi yo virtual, es decir, mi lado varonil de acuerdo al internet se encuentra sumamente ofendido. Claro que con lo drama queen que puedo ser, encontraría la forma de ofenderme por cualquier otra cosa que opine el spam de mí.

LA MUJER INVISIBLE

No hay alivio.
Todos los días son calurosos y asfixiantes,
una orgía de vergüenza y humillación,
exactamente igual que hace tiempo,
con la diferencia de que ahora soy invisible.
Amanda Davis

Amaneció invisible. Pero no se dio cuenta al levantarse de la cama, tampoco al ponerse las pantunflas. Llevaba tan al pie de la letra su rutina diaria que no se dio cuenta. Desde hace años Amanda acostumbraba: 1) Apagar el despertador 2) Levantarse de inmediato. 3) Preparar el café para Luis. 4) Tomar el periódico de la entrada de su casa. 5) Dejar la taza y el periódico de Luis sobre el buró. 6) Bañarse, maquillarse y peinarse. 7) Preparar la ropa de Luis y de los niños 8) Despertar a Luis y a los niños. 9) Preparar el desayuno para Luis y para los niños. 10) Prepararse para irse a trabajar.

Fue justo en el punto seis, en la regadera, cuando se dio cuenta. Su mirada recorrió su cuerpo desnudo, o lo que suponía que era su cuerpo desnudo: y no hizo sino recorrer su invisibilidad. Brincó del susto y cayó de sentón. ¿Dónde estaba ella? Amanda tocó y tocó su cuerpo. Auscultó al principo lenta y después violentamente, su cuerpo. Se repetía que eso no podía estarle pasando, no a ella, ¿cómo a ella? Se repetía que eso no era verdad que era una pesadilla, y que al abrir los ojos todo estaría como antes. Su cuerpo volvería a su lugar. Pero Amanda abrió y cerró los ojos varias veces. Nada, ningún trazo de su piel estaba ahí. Abandonó la ducha, desnuda y empapada, corrió al espejo. Se dio por vencida. Ella no estaba ahí.

Pensó en sacar el frasco con esas pastillas de colores que le permiten levantar su ánimo, pero atragantarse de antidepresivos para morir por su sorpresiva invisibilidad le pareció absurdo. Además tenía, justo ese día, tantas cosas que hacer. Amanda, desistió.

Exhaló toda su invisible preocupación y llevó a cabo todos los puntos de su rutina diaria sin que nadie, dijera nada. Sin que nadie, notara nada. Ni Luis, ni los niños, notaron un nuevo aspecto en ella. Amanda era, desde hace mucho, la mujer invisible.

PUES YO NO SE USTEDES, PERO YO…

Ya vi el Código Da Vinci y sigo con vida. Sigo pensando lo mismo del Opus Dei, de la Santa Iglesia, de Cristo y de Da Vinci. En todo caso, ya no pienso lo mismo de los albinos, ji ji.

HOY

Nuestra querida Alejandra Olay estrena nuevo proyecto editorial. Si usted quiere enterarse pues entonces no falte este viernes 19 a las 19 al Instituto Sonorense de Cultura para la presentación de Andante 26, la acompañará nuestro querido Rafa Saavedra de la hermana república de Tijuana B.C.

¡Nos vemos ahí!

ADIVINE USTED…


Para aquellos que jamás en su vida han visto al de siete, adivinen quién de estos seis compitas es. El ganador se quedará con el pequeño este viernes ¡completamente gratis! porque, ejem, la mamá tiene un compromiso andante.

Pista 1. Hace tres años dejó de hacer el amorypaz.
Pista 2. Su primo el de ocho, Gerónimo, también está en la foto y dicen que se parecen.

¿QUÉ O QUIÉN SOY?

(De veras que) Uno nunca sabe quién es. Son los demás los que le dicen a uno quién y qué es ¿no? Y como esto uno lo oye millones de veces en su vida, por poco que ésta sea larga, acaba por no saber en absoluto quién es. Todos dicen algo distinto. Incluso uno mismo está siempre cambiando de parecer. (siempre, siempre).

Texto: Thomas Bernhard
Paréntesis y negritas: Sylvia Aguilar

SILVIA ISABEL

Tiene un corazón tan grande como el de su mamá, pero sin duda más fuerte. Creció con un hermano a quien llamaba cada diez de mayo por ser “como una madre para mí”, decía. Conoció a su papá el mismo día que murió su mamá. Vivió con Matías, su abuelo, un maravilloso zapatero que reparaba zapatos como un cirujano altamente calificado. A los dieciocho años se graduó como profesora, labor que ha ejercido hasta la fecha (con o sin aula, con o sin alumnos). Dos años más tarde conoció a quien suponemos su primer novio y único esposo. Antes de los 23, ya estaba casada. Entre 1959 y 1962 tuvo una hija y dos hijos con quienes tuvo que hacer circo, maroma y teatro para tomar nosécuántos camiones y recorrer nosécuántos kilometros (desos kilómetros que sólo hay en el DF) para llevarlos a la guardería, al kinder y a la primaria consecutivamente. Conoció a sus dos hermanas, hijas del papá a quien poco vio.

En 1970 sin tener la más pálida idea de lo que era un verano, vino a Sonora con hijos y maletas acompañando al marido en un empleo que cuando mucho duraría dos años. Se hizo al desierto.Tres años después, tuvo una hija más. Se graduó como profesora Español de secundaria. Estudió arte dramático. Actuó en el Emiliana de Zubeldía. Le gustan los chocolates, curiosamente sus favoritos eran Los Turcos que vendía la Tin Larín. Su hija mayor se marchó hace muchos años dejando atrás nombre y familia, vive en Turquía. Siempre la extraña. Sus otros tres hijos se hicieron, como ella, de palabras. Tiene siete nietos que por más que quieren no pueden escapar a las leyes de la genética y todos tienen algo de ella, en el rostro, en las manos o en las palabras. Su hermano, su amado hermano, murió el año pasado. Siempre lo va a extrañar.

Silvia, Silvia Isabel, quizá no piense en todo ésto regularmente pero existe una posibilidad que hoy lo haga.

Feliz cumpleaños.

LOS INCIVILIZADOS, NOS DICEN…

Es el primer lunes que la madre no tiene que llegar a casa a hacer tarea de la maestría y el de siete ya hizo la suya. Decidimos ir al Blockbuster por un poco de entretenimiento para la tarde. Le digo: “¿y si rentamos alguna temporada de Los Simpsons?, esas nos las podemos quedar toda la semana”. Con la cara de felicidad me dice que sí. Pero luego, presa de la meditación, agrega: “A mi abuelita no le gusta que vea Los Simpsons… ella es, es como muy civilizada, ¿no?”

Concentro todas, toditas mis fuerzas en no soltar la carcajada. Le digo: “¿o sea que nosotros no somos civilizados?” Y espero una respuesta desas que la dejan a una sin aliento, en cambio, recibo un… “Pues no sé porque… ¿qué es civilizado?” Y yo sé que ustedes esperan que les diga que ese “¿qué es civilizado?” era simple retórica pero no… el de siete pedía una definición de “ser civilizado” porque desconocía por completo el significado.

“¿Y por qué dices que es civilizada si no sabes lo que es ser civilizado?”

Respuesta lógica: “porque se oye bien”.
De cualquier modo, si nos apegamos a sus parámetros y, aunque él desconozca a profundidad el término, él y yo somos incivilizados porque nos gustan los Simpsons (pero no le digan a su abuelita).

CULTO A LAS NUBES

Ayer terminamos de ver la primera temporada de Six Feet Under, una serie adictiva completamente.

Entre 10:30 y 11:30 de la noche me puse a escuchar a Cloud Cult. No era música de fondo para ponerme a leer. Tampoco para ponerme a escribir. Sólo quería escuchar música. Sólo quería sentarme a pensar en la muerte. Decidí que no le temo y que, cuando mucho, lamento todo lo que no me tocará ver, leer y escuchar cuando ésta ocurra. Luego me puse a pensar en qué viene después de la muerte, ¿veremos desde donde estemos todo lo que pasa en la tierra? ¿escucharemos? ¿veremos a los que se fueron antes? Mis preguntas pasaron de lo profundo a lo más absurdo en tres segundos.

En eso, inició What comes at the end? el track número cuatro de mi disco de Cloud Cult. La letra resultó de esas coincidencias que siempre me gusta pensar que no lo son:

Will we wake up in the body of a buffalo, running through the fields with our old friends? Or will we sleep with our favorite ghosts? I’m just wondering what comes at the end.

Fue una cosa bella y espeluznante. Un momento de esos en los que uno desearía no estar dentro de una casa y sobre una cama sino acostado, boca arriba mirando a las nubes como un culto a lo humanamente cierto (e inquietante).

La muerte es tan humanamente cierta (e inquietante).
Cerré los ojos y decidí hacerle coro a Craig Minowa y al resto del grupo:

You’ll be a hummingbird. And I’ll be a bumblebee. And we will fall in love in our new skin. We will talk all night about our philosophies. As we lay wondering what comes at the end… I hope I meet you again.

DÍA DEL MAESTRO

¿Y qué mejor modo que pasar el día del maestro CALIFICANDO exámenes y pasando PROMEDIOS de tus SEIS grupos?

¡Demonios!

Se reciben felicitaciones, abrazos y, especialmente, chocolates.