A MANERA DE DISCULPA (por un relato sin identificar)

Mi madre no ha muerto. No me lo dijeron esa mañana. No tomé el primer avión de la tarde. No hubo tal último examen. He escrito un texto que dice “Mi madre ha muerto”y he asustado un poco a amigos, ahijados y compañeros… recibí incluso cariños y palabras bonitas. No le puse a mi post de ese día la palabra relato entre paréntesis como suelo hacerlo. Me disculpo, pues.

(Sin embargo fue una cosa extraña que la gente lo creyera cierto, mi ego narrativo creció un centímetro). Gracias de cualquier modo a la Fran, la Sol y demás amigos y amigas que se preocuparon y que, mejor aún, me leen.

PUES YA

Ya llegó la comitiva tijuanense al Horas de Junio. El Pimienta y el Tumper. Nos falta el Rafa. ¿Llegará, no llegará? Seguiremos informando.

Ya supe que sí voy a leer, que sí me toca el viernes. Y he decidido que leeré material de mi nuevo libro de cuentos. Agárrense porque desde que leo a la Jelinek, a la Kincaid y a Bernhard ando muy tremenda.

HOY

Hoy comienzan las Horas de Junio, ya sé ya sé me van a decir ¡pero si todavía es mayo! y yo no voy a tener argumentos. Así que ahórrenselo.

Me toca leer el viernes en la tarde, dicen.

YO, DUELO

  • Mamá ha muerto. Me lo han dicho por teléfono esta mañana. Tomaré el primer avión de la tarde, tan pronto presente mi último examen.
  • Llego a casa con el paso de quien tiene prisa y el rostro de quien no. Busco en mi clóset la ropa adecuada, descubro que el negro está ausente en mi vida. Encuentro a lo lejos, casi sin estar, un pantalón un poco deslavado y un suéter negro que no recuerdo cuando compré. Los meto a la maleta.
  • A punto de salir, pesco un libro. No quiero leer nada que tenga que ver con la tesis. Termino llevándome algo de Socorro Venegas.
  • Dentro del avión, a una hora de llegar, leo el cuento “Pertenencias”, la autora habla de la voraz memoria de los objetos. Me gusta el desaliento de su frase. La subrayo.
  • Han perdido mi maleta. He pasado una hora en el aeropuerto haciendo los trámites del reporte. A nadie parece importarle que se ha perdido. A nadie parece interesarle mi tiempo. A nadie parece conmoverle que mi madre ha muerto. Nadie ha venido a recogerme.
  • Tomo un taxi pero no sé a dónde dirigirme. Le he dado al chofer la dirección de mi casa, si no hay nadie ahí entonces voy a la funeraria.
  • En el trayecto me pregunta si tengo calor, si me molesta el cigarro, si siempre soy tan seria, si me siento bien. Digo: sí, no, sí, no sé.
  • No sé.
  • El carro de mi hermano está estacionado afuera. Me alegro de que así sea. A punto de pagar se me ocurre pensar que quizá sólo sea el carro de mi hermano y él no esté aquí. Le digo al taxista que me espere. Me dice que sí y me da un kleenex. Supongo que he llorado sin darme cuenta. Veo mi reflejo en su ventana, supongo que mi duelo se presiente.
  • Pienso en la palabra duelo. Duelo. Yo, duelo.
  • Camino hacia la casa. Tengo la batalla de siempre con el candado de la reja. Observo el jardín, las mecedoras de mamá y sus macetas. La manguera y su naranjo. Estoy aquí. Aquí donde todo es conocido. Aquí donde todo es raro. Aquí donde crecí y viví.
  • Estoy frente a la puerta. Adivino el interior y es entonces cuando me doy cuenta a qué he venido. Ella no estará del otro lado, no me recibirá con un abrazo, no me preguntará sobre la escuela. No me mostrará la nueva figura de cristal de su colección ni la reparación de aquel mueble. Tampoco me mostrará los cambios que hizo en su recámara.
    Me doy cuenta de que no puedo estar aquí. Cruzar esa puerta será cruzar al vacío, al despojo. Observar de frente a la muerte que antes sólo presentía.
  • Mi madre ha muerto y yo lo he sabido esta mañana. Lo único que puedo hacer ahora es negarme a verla dentro de un espacio que no es el suyo. Lo único que puedo hacer ahora es verla con los ojos cerrados y lamentar su silencio. Lo único que puedo hacer ahora es admitir mi vulnerabilidad.
  • Sus plantas, sus mecedoras, su naranjo, estarán solos. Sus figuras de cristal estarán serán presa del polvo. Los muebles habitarán donde mismo por siempre. Me convenzo de que es mejor alejarse, alejarse de la gente, de las casas y de los objetos cuando estos duelen tanto. Alejarse de la memoria que es tan cabrona.
  • Dentro del taxi, tomo mi celular y hago unas llamadas, le pido al chofer que me lleve de nuevo al aeropuerto.
  • Despegamos y tengo el libro de Venegas sobre las piernas y temo abrirlo. Deseo incluso no volver a leerlo, deseo borrar esas palabras que parecen hablar irremediablemente de las pertenencias de mamá.
  • Llego a casa vacía, me topo de inmediato con la única figura de cristal que acepté de mi madre. La miro y Venegas me habla en el oído, me dice que nada puede saciar la voraz memoria de los objetos, la voraz memoria de los objetos, la voraz memoria de los objetos.

ALONSO VIDAL

Un día dijo: Si para amar es necesario arder pongamos el Sol sobre la mesa. Y otro día, ¿ayer, hoy?, no dijo nada. El silencio fue lo único sobre su mesa. Triste, triste la noticia de que ha muerto el poeta sonorense Alonso Vidal.

Sobreviviendo los estragos del fin de semana. Ay.

BIGOTONAS

Ay sí, muuuy ofendidas las mexicanas porque Tiziano Ferro nos dijo bigotonas. Yo digo que en vez de pedirle ofrezca unas disculpas con todos los medios presentes hay que decirle que nos mande alguna cera depilatoria italiana que no duela nadita.

Ahora séquense las lágrimas y guarden su dignidad para otro rato.

FRASES DE OTROS

Tiene razón Alberto Méndez. En su libro Los girasoles ciegos, un personaje, incapaz de describir su dolor y su derrota admite que tiene que recurrir a frases de otros para hablar de sí mismo. He recurrido a frases de otros para hablar de mí. He recurrido a historias de otros para hablar de mí. He creado personajes para hablar de mí. Y no es que hablar de mí sea importante. Es que hablar, es importante. Especialmente “cuando la soledad te convierte en un despojo”, dice el mismo personaje rumbo a su muerte.

PLACER AUTOMOVILÍSTICO CUATRO

Yo nunca he sabido si es un mito eso de cantar en la regadera, creo que nunca he escuchado a nadie hacerlo. Fuera de los “mamááááááá, pásame la toalllaaaaaaa” de uno que yo conozco, nunca he escuchado otra cosa provenir de la regadera. Yo no canto, en la regadera. Pero mi placer automovilístico cuatro es cantar mientras manejo. Es una sensación indescriptible.

Esto se lleva a cabo del siguiente modo. Primero tiene uno que tumbarse el rollo y bloquear por completo al resto de la humanidad automovilística. Luego, tiene uno que asegurarse de tener el disco, la estación, la canción, favorita, the one. Y entonces, ejem ejem, a cantaaaaar. El volumen, claro, debe casi casi rasguñar el límite soportable para el oído para, por supuesto, evitar escucharse usted mismo. Y eso suponiendo que usted canta como yo, eso es: que usted no canta at all.

Ya sea Shakira, Madonna, Radiohead, Interpol o cualquier reggaeton, el placer es básicamente el mismo: in fi ni to.