A veces me pregunto qué es lo que quiero probar.
MAGENTA (relato)
He visto un hombre con el cabello magenta. Lo he visto y me he preguntado por qué un hombre a quien le calculo unos cuarenta años tiene el cabello magenta. Quiero preguntarle. Me dice qué miras. Guardo mi pregunta. Dame una moneda. Le doy un billete. El hombre con cabello magenta lo toma. Se acerca, su mano en mi mejilla. Me va a besar. No lo hace. El aliento. Tiene un carrito de supermercado. Mis manos sudan. Dentro del carrito hay latas de soda, una barra de pan y una metralladora de plástico. Es naranja. Uno de sus tenis es blanco.Tu cabello es horrible, mientras se iba. Su cabello era magenta.
PURPLE RAIN
Ya lo escribí una vez. Me gusta teñirme el cabello. Es la experimentación hedonística básica de mi vida. Y lo he hecho otra vez. Mi cabello es moradoso. No es un morado muy visible, es decir no es un morado como el azul de Marge Simpson. Uno se da cuenta de mi color si estoy bajo el rayo de luz, si observa bien ahí en un rinconcito de mi corto pelo todo es morado. El problema esta vez (siempre hay un problema con los tintes) es que este es vegetal, o como yo le llamo: vegetariano, y tiende a fugarse. Cada shampoo: litros y litros de morado. Y en mi vida ahora todo es morado:
- mi toalla favorita
- las uñas de mis manos y de mis pies
- el cuello de ocho camisetas
- el círculo alrededor de la coladera de la regadera
- el sudor de mi frente.
Y este es sólo el inicio, porque la próxima vez utilizaré más gramos del vegetariano ese, no me importa que mi casa sea el efecto de una strong purple rain.
¿TENGO QUE…?
El de siete sigue de vacaciones. Lo traslado a diario a las 6 am a casa de su abuelita donde pasa el resto del día hasta que se da mi hora de salida. Así mi mamá hace mi labor de mamá durante el día. Alimenta, platica y cuida al de siete. En realidad la situación ha sido así desde que tiene un poco más de un año, benditas abuelitas, Batman. El de siete nunca se ha quejado, nunca ha dicho ¿por qué me levantas tan temprano? ¿por qué me dejas aquí? No. Nunca. Nada.
Pero ayer, dueño de sus siete años de vida me dice, ¿te puedo hacer una pregunta? Sí, le digo, pregúntame lo que quieras (nerviosa por supuesto del “lo que quieras”).
…
¿Tengo que dejar de hacer todo lo que no le gusta a mi abuelita? Lo miro, trato de pensar qué es lo que hace que no le gusta a su abuelita. A ver, explícame, ¿qué es eso? ¿qué es lo que no le gusta a ella? (El de siete hace uno y mil gestos que no indican sino que el pequeño está concentradísimo tratando de encontrar su lista de hechos cambiables). Bueno pues no le gusta que escuche la Chilanga banda de Café Tacuba, ni que vea Bob Esponja, no le gusta que suba los codos a la mesa, que coma y hable al mismo tiempo. Creo que tampoco quiere que mastique chicle. ¿Tengo que hacer lo que me dice?
Quisiera reírme.
Una parte de mí quiere ponerse seria, estricta y seguir las reglas también. Pero otra parte de mí no quiere sino ser cómplice de esas pequeñas cosas. Trato de buscar el balance. Le digo: La chilanga banda la puedes escuchar en casa, conmigo. Bob Esponja es un tanto bobo pero si te gusta, ni modo. Hay que portarse bien en la mesa de la abuelita. ¿Masticamos chicles el fin de semana? Vas a guardar el secreto, ¿eh?
El hijo se ríe.
Bonita cosa, pienso, ahora yo también estoy haciendo cosas que seguramente a mi mamá no le gustan. ¿Tengo que…?
SECUENCIA DE DESASTRES (fragmento de)
Alguien pensaría que escribo de esto para curar la herida
Quizá sea así.
Escribo de la enfermedad del alma. Escribo de la ausencia. Compensar la distancia. Los años los kilómetros. La falta. Pero no lo digo. No se lo digo a nadie. Les digo, voy a hacer una novela sobre una mujer que desapareció. ¿Una novela de misterio? , me preguntan. Algo así.
Mis párrafos son una secuencia de desastres. Descripciones que muestran pero no admiten dolor. Prosa clara. Búsqueda de lo impecable. Restemos el dolor a las palabras. Que parezca que. Todo en orden. Ser cuidadosa al hablar de las marcas, los golpes, las heridas. No detallar las puntadas en su costado. Que parezca que. Tomar aire sólo cuando mi personaje lo necesite.
Eso hago.
Y no funciona.
Las palabras y su forma, no.
Me doy cuenta de que la única forma de escribir sobre la enfermedad del alma es con el lenguaje de la enfermedad, el lenguaje de la falta. Y ese, no cura heridas.
Lo escribo: el lenguaje no cura heridas.
FELICIDADES, NÉCTAR
EL MUNDO HUMANO (y su escritura)
En su libro La condición humana, Hanna Arendt dice “con palabra y acto nos insertamos en el mundo humano”. La escritura y su acto. Pienso. Escribimos porque somos o porque queremos ser o porque queremos mostrar, parte del mundo humano. Escribimos porque no somos o porque no queremos ser o porque no queremos mostrar, parte alguna del mundo humano.
Así deviene -frágil- la escritura.
Así persiste -frágil- el mundo humano.
Supongo.
CRAVE, CRAVE
He´s following me… He needs to have a secret but he can´t help telling The heat is going out of me/ The heart is going out of me And though she cannot remember she cannot forget Clutching a fistful of sand What ties me to you is guilt I crossed two rivers and wept by one I am the beast at the end of the rope Happy and free
Crave de Sarah Kane
INVITACIÓN
I READ ABOUT IT
I read about it in the paper, in the subway, on my way to work. I read it, and I couldn’t believe it, and I read it again. Then perhaps I just stared at it, at the newsprint spelling out his name, spelling out the story. I stared at it in the swinging lights of the subway car, and in the faces and bodies of the people, and in my own face, trapped in the darkness which roared outside.
Sonny’s Blues de James Baldwin.