Un año.
Uno solo.
Un año sin ti, Favio.
Y los años que todavía faltan por ser.
Se te extraña.
Espacio de Ocio y Escritura de Sylvia Aguilar Zéleny
Un año.
Uno solo.
Un año sin ti, Favio.
Y los años que todavía faltan por ser.
Se te extraña.
Para fines didácticos tengo que hacer una lista de treintaycinco poetas nacidos entre 1900 y 1960. Algo así como un Top-35. Ha sido difícil, creo que llevo como tres. Así que quienquiera que pase por aquí anote a su poeta favorito. El único requisito es que le guste a usted tanto como para que usted lo considere infaltable y que provenga del mundo exterior: aquel chileno, ese francés, aquel californiano, ese húngaro, este mexicano, aquella argentina. Esos que hicieron ruido, esos que hacen ruido.
Piénselo.
Los fines didácticos no son tan malos después de todo.
Ay sí, muy ella presume que está haciendo una novela o que le publicaron tal cuento, que está leyendo tal autor o que conoció a tal otro. Que el hijo metió un gol o que su equippo ganó un partido. Que si se fue a un laboratorio y nosécuántascosasmás. Muy ella, muy ella… pero qué tal cuando se trata de Aristóteles, ¿a que ella no les ha dicho lo mucho que sufrió este fin de semana tratando de inteligir lo inteligible en el libro tercero del tal griego? No, de eso no les dice nada, se queda calladita, calladita la muy ella.
Esta semana he encontrado en mi cama, el único descanso. Salgo de trabajar y lo único que quiero es estar en casa, en cama. Tengo sueño. Tengo sueño todo el tiempo.
Abro de casualidad hoy Sueño profundo de Yashimoto y leo: “El sueño me invade como la pleamar. Y no puedo resistirme. Es un sueño profundo, sin límites; ni el timbre del teléfono ni el ruido de los coches que pasan por la calle llegan a mis oídos. No siento dolor ni soledad. El mundo del sueño es cuanto existe”.
Entiendo fácil porque soy presa del sueño.
Not much to say.
Not much to write about.
I feel not much today.
Tiene que ir al doctor cuando:
Reading Murakami, having a wonderful time with it. Feeling nice. Smiling from time to time. Really needed a book like this, specially after reading Eleni Sikeliano’s The book of Jon. Small book with deep, huge, overwhelming emotions. Small book that redirects (does this word even exist) your perspective of books, stories. And family. Loved it from beginning to end, don’t take me wrong, but had to get rid of some images. Floating. Hurting. And did what normally do when a book moves my soul: lend it.
So now, Murakami’s characters had to help me get rid of the me who was born after the book of Eleni. At least, til i get my book back.
Esto ocurrió ya hace días.
Esto, creo, debió ocurrir dentro de años.
El caso es que mientras el resto de los padres y madres de este mundo se muerden quizás las uñas sólo de pensar en el momento en que sus retoños vengan con todo su firmamento a preguntar ¿de dónde vienen los bebés? yo, para variar, experimento otra cosa.
Estamos viendo Malcolm in the middle (nuestro segundo programa favorito) y un personaje le dice a otro:
– ¿qué no eres gay?
– no, claro que no, ¿por qué lo crees?
El de siete, el de las tres puntadas, me dice:
– ¿qué es gay? ¿cómo es un gay?
(tres segundos, quizá cuatro para garabatear en mi mente una respuesta que cumpla con los requisitos que mi conciencia me dicta y que aclare las dudas de tres puntadas).
– ah, pues un gay es…
No, no les diré qué respondí. Y lo que es peor, tampoco les diré lo que él respondió a su vez porque además de que quizá sea políticamente incorrecto hay que guardar cierta intimidad incluso en este blog. Pero sí les puedo decir que los dilemas del resto de los padres y madres del mundo me vienen guangos.
Le dices que se relaje. Que no piense. No se mueva. Le pides que descanse. Se lo dices a la una, a la una treinta, a las dos, a.m. Le recuerdas que fue un largo día y que apenas es miércoles. Le ruegas que cierre los ojos y se duerma. Pero tu cuerpo, Sylvia, permanece en vela. Cuando menos lo esperas ya son las cinco a.m. y es hora de levantarlo.
Por infinitas que sean las opciones que puedan tomarse en esta vida, para ella no había otra que la de ser novelista. Su decisión era firme como una roca eterna, innegociable. Entre su vida y sus creencias literarias no se abría una grieta donde cupiera un cabello.
Haruki Murakami en Sputnik, mi amor.