LA DE LA COSA EN EL CUELLO

Lo siento, mi blog se ha vuelto mi catársis médica y es que sigo siendo la de la cosa en el cuello y, no sólo eso, lo seguiré siendo por mucho más tiempo. La ortopedista me dio un aproximado de días y semanas en que seguiré utilizando el collarín este rígido como carmelita descalza y cuánto tiempo tendré que continuar con el otro, el collarín blando pero no menos descalzo que una carmelita.

Se supone que mi alivio sólo vendrá con las siguientes inyecciones en cuello y espalda y con el reposo ab-so-lu-to. Pero trabajo de 7 a 4 o de 8 a 5. Doy clases de pie y tengo que subir y bajar escalones. Mi reposo “absoluto” no llega como hasta las 6 de la tarde. Y eso de pasar casi 24 horas al día con la cosa esta que me confunde con una robocop cualquiera no es nada envidiable.

Y ni siquiera deseo hablarles del dolor que es por turnos, parte alta de la espalda o parte baja. La cabeza y el alma.

Ya en serio, Pinche Frida Kahlo, ¿cómo le hizo para aguantar tanto?
Pasan los días y yo me siento una gallina que no aguanta nada.

Demonios.

Fin del enésimo post catártico.

TENGO

  • Tengo un collarín tan rígido como lo era mi maestra de segundo de primaria. (Extraño el anterior).
  • Tengo seis piquetitos entre cuello y espalda, obra crucial de mi nueva ortopedista. (los piquetes no duelen, lo que duele es pagarlos y pensar que hoy tengo que ir por otros seis piquetes más.
  • Tengo sueño. (MUCHO) (y eso que anoche finalmente dormí cómoda y a pierna suelta).
  • Tengo ganas de creer que el fin de semana no haré nada, absolutamente nada (y que lograré que no me importe que el piso no está barrido, trapeado, los trastes bien lavados y acomodados y los muebles sacudidos).
  • Tengo días sin pasar un buen rato con mi hijo que está exiliado en casa de sus abuelitos donde lo pueden alimentar, cuidar y llevar en carro sin tanto quejido y lío (a causa del collarín rígido y la madre herida).
  • Tengo un ENORME deseo de decirle a mi significant one que su cariño y solidaridad en esta última semana son una razón más de porque se le ama/adora tanto tanto (TANTOTANTO).
  • Fin.

PIEZAS FUGITIVAS

“Time is a blind guide” es la línea inicial de Fugitive Pieces novela de la poeta canadiense Anne Michaels. Es mi lectura de esta semana. Y mientras avanzo me regreso y repito la línea “time is a blind guide” tan sólo para decir(me) que, con esta historia, uno no hace sino sentirse como un ciego, un ciego que es llevado de la mano por Jakob el protagonista que surge del lodo -literal y metafórico-, es salvado del lodo -literal- de la segunda guerra mundial por un griego que le otorga la herencia que Jakob necesita. Pues Jakob es huérfano de padre, madre y hermana. Jakob es huérfano de casa, de nación. Esta novela es una biografía de la nostalgia. La medida del extrañamiento, de la alienación. “I did not witness the most important events of my life. My deepest story must be told by a blind man, a prisoner of sound.”

Línea tras línea. Evento, tras evento, leo y creo que Michaels no hace sino decirnos que el pasado se diluye con el presente como las gotas de lluvia que caen y forman lodo.

LÍNEA DE AYUDA

Cuando se presenta algún atoramiento de tipo mecánico o casero, significant one se pone frente a mí mentalmente. Marco su número, ofrece sugerencias, soluciones o simplemente dice: “voy para allá”. Esa es mi línea de ayuda número 1.

Cuando se presenta algún atoramiento de tipo individuo-espíritu, (mi) Ratistouille se aparece mágicamente. Le marco o me marca, la localizo o me localiza en el msn (ah, porque me lee la mente), hablamos y voilá. Esa es mi línea de ayuda número 2.

PERO.
Cuando se presenta algún atoramiento del cual yo misma desconozco categoría, causa y efecto, es decir cuando no tengo la máspálidaideadequésloquetengo, marco a cierta amiga (a quien llamaremos la mujer misteriosa) y que en el último año y medio se ha vuelto la cómplice-objetiva que le hacía falta a mi vida. Le marco, me escucha, me desatora, me invita a su casa o se lanza a la mía. Tendemos un largo diálogo y voilá. Esa es mi línea de ayuda número 3.

Lo mejor de las líneas es que tienen su parte recíproca. Funcionan de allá pacá y de acá pallá.

Ayer justo una de mis líneas me dijo: “ay, te juro que ya no te vuelvo a dar lata pero es que verás lo que ocurrió…” escuché atenta-atenta, loqueleocurrió. Ofrecí mis ideas al respecto, escuché sus cuestionamientos, respondí como mejor pude.

PERO
Antes de colgar le hice prometerme que ya nunca más me diría “qué pena volverte a llamar, o te juro que no te llamo” (cosa que yo frecuentemente también le digo a ella). Porque creo que eso es la mejor de estas líneas de ayuda. Están abiertas las 24 horas, los 365 o 366 días del año.

Mis líneas de ayuda no están en orden de importancia, de hecho, no están todas las líneas de ayuda que tengo en mi agenda del celular, pero me faltaría espacio en este blog para hablarles de las líneas de ayuda que tengo, que he tenido y que sé que tendré.

EL LIBRO DEL DOLOR

Supongo que todos tenemos en algún lugar de la memoria o en algún lugar del diario ese que escribimos a escondidas una sinfonía del dolor. Una lista, una breve reseña, un recuento de nuestros momentos de dolor: la primer caída, las otras caídas, el primer corazón roto, todos los corazones rotos, choques, reveses, etc. etc.

Yo, al dolor, lo conocí primero en otro. En otra.

Mi gran lectura de los 8 a los 10, 11 años era el Selecciones de Reader’s Digest que llegaba a casa mensualmente. Ahí me enteré quién era Margaret Thatcher, dónde estaban Las Malvinas y, en especial, la dolorosa vida de la artista mexicana que usted puede encontrar en bolsas, carteras y camisetas: Frida Kahlo. Fue mi primer gran acercamiento al dolor. El de Frida, es un arte del dolor.

Pasó el tiempo y yo pasé a otras lecturas. También a otros dolores, Aprender a andar en bicicleta, por ejemplo. Las rodillas raspadas. Las uñas arrancadas por una puerta. Despedir a los hermanos que partían a estudiar a otras ciudades. Abandonar la casa de la infancia para mudarse a un fraccionamiento donde todo, hasta las mangueras, eran iguales. Dolores distintos, pero dolores al fin. Luego, con los años, vienen los dolores compartidos, con la familia, por la familia; con los amigos, por los amigos. Con los hijos, por los hijos.

Por supuesto, pensé en esto el fin de semana, el dolor de uno mismo lo llevan a los terrenos más tristes.

Hoy, me siento mejor, hoy he pensado que abrir de vez en cuando el libro del dolor no es tan terrible como uno pudiera pensar.