Para Mi Bella Durmiente

Tal vez retornan aquellas imágenes,
abrimos la caja de cristal y tomamos nuestra antigua cabeza, nuestros
primeros espejos ocultos allí,
y acariciamos temblado los labios de esa boca, que parece
atrapada por aquel irresistible deseo de morder el infinito,
pasamos los dedos por el suelo de esa frente, por la apariencia de
las mejillas que se resisten a la revelación,
y ya para entonces, otra vez, nos hemos olvidado de la forma de
nuestra antigua cabeza,
del deseo de esta mano con que aún acariciamos,
hemos perdido para entonces la cuenta
de nuestras estrellas y de nuestras hormigas.

La bella durmiente, fragmentoJosé Carlos Becerra

 

Un Alma Cercana