roadside sprite

“The best line of work for me would be roadside sprite. I’d live quietly by a dust-covered track that people never came across unless they took a wrong turn, and I’d offer the baffled travelers lemonade and sandwiches, maybe even fix their engines if they asked nicely (I’d have used my solitude to read extensively on matters of car maintenance). Then the travelers would go on their way, relaxed and refreshed, and they’d forget they’d ever met me. That’s the ideal meeting… once upon a time, only once, unexpectedly, then never again.” 

Helen Oyeyemi, Boy, Snow, Bird

cuando el alumno te enseña

tengo un alumno que tiene el cabello rizado más hermoso del mundo, es largo largo, brillante, negro. su cabello es algo así como la frazada de Linus, a veces siento que es su mantita de protección. mi alumno es sonriente, dulce, participa un montón en clase, lo que es mejor: me hace cientos de preguntas.

el martes se me acercó porque me vio leyendo un libro de sikelianos, me dijo que lo leyó también para una clase, una cosa llevó a otra y me contó que para esta clase está haciendo un proyecto de investigación/poesía. “mi mamá murió cuando yo tenía nueve años,” me dijo. “no la conocí, y ya no están sus cosas, tampoco sus fotos, estoy investigando.” mi alumno está explorando memorias, espacios. mi alumno se ha puesto a leer todo lo que pasó en el mundo el año en que su mamá murió.

lo escuchaba yo atenta, haciéndome la valiente, sonriendo cuando en realidad quería llorar por la hermosura de sus palabras. pensé, claro, en mi mamá y en su ausencia, en lo que sé y no sé de ella. pensé, por supuesto, en el recetario que hizo a mano, en el montón de agendas que llenó con cosas curiosísimas. pensé, vaya que pensé, en todos los documento que de ella guardo en mi cajón.

mi alumno se fue tranquilo y campante, le prometí mandarle información de proyectos similares. yo, en cambio, me quedé temblando. ¿tendré un día yo la valentía de explorar a mi madre como lo está haciendo él, él que apenas roza los veinte años y está ya en el camino correcto.

porque, escribir de una mamá que ya no está es el camino correcto, verdad?

21 de Septiembre

El 21 de Septiembre de 2013 le llamé a mi hermano Gerardo y le dije: hoy cumplo cuarenta años. No lo sabía entonces, pero esa sería la última vez que escucharía su voz. El 21 de Septiembre de hace muchos años, vivía yo en el DF, vivía con él y justo con él festejé mis 21. Tomé vodka por primera vez. El 21 de Septiembre de ya no me acuerdo cuándo, mi mamá y él me llamaron para felicitarme, pero sentía yo sus voces, las más tristes que nunca, pues venían de Puebla. Venían del funeral de mi tío Favio. Mi segundo nombre es Faviola. El 21 de Septiembre de algún punto de los 90’s salí de la universidad, rumbo a mi cena de cumpleaños, y descubrí la ausencia de mi carro. Me lo habían robado, un lindo tsuru dos, azulito. Pasé esa noche haciendo reportes policíacos. El 21 de Septiembre de algún punto de los 80’s mi mamá me regaló una piyama muy muy bonita con una tarjeta que decía, “para los dulces sueños de una princesita.” Un 21 de Septiembre la Oli me regaló mi primer iPod. Otro 21 de Septiembre me regaló una cosita peluda que se llamaba Uma y que era el alma de la casa. El 21 de Septiembre  de 2010, viviendo ya en esta texanía y poco dispuesta a celebrar sin mis amigos-amigos y sin mi familia, Yas me jaló del brazo y me obligo a celebrar los treintaytantos. El 21 de Septiembre del 2012 fue el primer año que celebré mi cumpleaños con dos de mis tres hombres, Juan y Carlos. Ernesto, Ernesto me apapachó días después como si aún fuera 21 de Septiembre. Dos años después todos estábamos tristes, no hacía ni quince días que mi mamá había muerto, y sin embargo me llevaron a comer, me llevaron a pasear y me dotaron de amor. Ayer, por ejemplo, me dotaron de amor, me llevaron a comer y me llevaron a pasear. El 21 de Septiembre es como raro, pero es mío. Sólo mío. Miento, el 21 es mío y de mi mamá, nuestro, sólo nuestro. Fue a fin de cuentas un 21 de Septiembre cuando nos conocimos, cuando me volví suya. Sólo suya.

mi problema soy yo

mi obsesión de la semana es mary karr. el otro día la entrevistaron en Fresh Air (mi programa favorito de NPR) y bueno toda la semana la he tenido en mente por una cosa u otra. me doy cuenta de que el libro que sigue en mi vida será un memoir porque como dice karr, a veces los mejores personajes ya existen y no se los tiene una que inventar. mi personaje ya existe. está acomodado en la memoria y en mi libreta de notas y en mi album fotográfico y en mi dna. karr dice que la disfuncionalidad a veces es lo que nos hace escribir. yo supongo que, como más de la mitad de las personas de este mundo, provengo de una familia disfuncional, pero no es por eso que escribo. creo que es por eso que no he dejado de escribir. escribo incluso cuando no lo hago. escribo en las mañanas cuando manejo al trabajo. escribo cuando ando en bici. escribo cuando tejo. escribo y un día lo que escribo se irá a una libreta o a mi compu. no escribo de mis problemas, escribo porque veo problemas. karr dice que ella no escribe porque tenga problemas con los demás, para el caso “mi problema soy yo,” explica dulcemente y yo, asiento.

FACE DOWN

What are you doing on this side of the dark?

You chose that side, and those you left

feel your image across their sleeping lids

as a blinding atomic blast.

Last we knew,

you were suspended midair

like an angel for a pageant off the room

where your wife slept. She had

to cut you down who’d been (I heard)

so long holding you up. We all tried to,

faced with your need, which we somehow

understood and felt for and took

into our veins like smack. And you

must be lured by that old pain smoldering

like woodsmoke across the death boundary.

Prowl here, I guess, if you have to bother somebody.

Or, better yet, go bother God, who shaped

that form you despised from common clay.

That light you swam so hard away from

still burns, like a star over a desert or atop

a tree in a living room where a son’s photos

have been laid face down for the holiday.

 

Mary Karr

time stops

“Time stops when someone dies. Of course it stops for them, maybe, but for the mourners time runs amok. Death comes too soon. It forgets the tides, the days growing longer and shorter, the moon. It rips up the calendar. You aren’t at your desk or on the subway or fixing dinner for the children. You’re reading People in a surgery waiting room, or shivering outside on a balcony smoking all night long. You stare into space, sitting in your childhood bedroom with the globe on the desk. Persia, the Belgian Congo. The bad part is that when you return to your ordinary life all the routines, the marks of the day, seem like senseless lies. All is suspect, a trick to lull us, rock us back into the placid relentlessness of time.”

Lucia Berlin dixit in “Wait a Minute.”

Silvia Isabel

Silvia Isabel Zéleny Barraza nació un 17 de mayo de 1937. Hija de Samuel Zéleny y de Isabel Barraza. Hermana de Favio Alejandro. Estudió en la normal y comenzó a dar clases a los 17 años. Se casó a los 21 con Alejandro Aguilar con quien tuvo cuatro hijos. Dio clases en primaria, en secundaria y en una escuela nocturna para adultos. Aprendió a nadar a los cincuenta años. Se inscribió en la escuela de arte dramático más o menos en la misma época. Actuó en obras como El Eclipse de Carlos Olmos, Ausencia de Dios de John Palmer y fue la mismísima Hécuba en la obra homónima de Eurípides en una adaptación de Luisa Josefina Hernández.

En marzo del 2013 fue diagnosticada con cáncer en la pleura. Esto, claro, después de meses de dolor y ansiedad, después de meses de ser diagnosticada con estrés, problemas de la edad o falta de ejercicio. Cuando finalmente alguien analizó bien su caso fue sometida a quimioterapia y radiación. En menos de dos años perdió casi treinta kilos. Su cabello, lo que más le preocupaba, se mantuvo intacto y bello. Por razones que no entendemos la piel de sus manos era más hermosa que nunca en esos últimos días de hospital.

Silvia Isabel Zéleny Barraza me enseñó muchas cosas: a caminar, a hablar, a amar, a leer, a escribir. A escribir. Guardó por mucho tiempo mi único poema gráfico que decía: “Mi mamá es una flor,” al lado del poema se erigía torpe una flor hecha por mis regordetes dedos. Guardo en mi clóset un vestido y una blusa, sus favoritos. Guardo en mis cajones cuatro de sus agendas, un diario de viaje y un cuaderno donde a mano escribió un montón de recetas (que no estoy segura de que haya cocinado a fin de cuentas.)

Silvia Isabel Zéleny Barraza murió el 6 de Septiembre de 2015 y fue, es y será la mujer que más he amado, la mujer que me enseñó a ser mujer.

cosas que mi mamá no compraba

  1. Choco-Krispies, Zucaritas o Rice Crispies. Los primeros dos porque decía que tenían demasiada demasiada demasiada azúcar y no era bueno para los dientes. Los últimos porque no sabían a nada. Es un misterio, entonces, cómo es que si me compraba Corn Pops, ¿qué la hacía pensar que con ellos había menos riesgo de que yo me volviera loca con el azúcar?
  2. Q-Tips. Decía que aunque tuvieran algodón y fueran de plástico eran malos, muy malos. “Te pueden cortar o lastimar el oído, no son recomendados,” repetía. Pasar la infancia con oídos encerados tiene sus desventajas.
  3. Aderezo Mil Islas. “Se puede hacer en casa revolviendo catsup y mayonesa.” “Pero no sabe igual.” “Sí, sabe igual.”
  4. Quick. Supongo que por las mismas razones que no compraba cereales ultra-azucarados. No entiendo, eso sí, por qué si no creía en el Quick para la leche fría en el verano sonorense, sí era capaz de hacer chocolate caliente sin importar la temporada.
  5. Regalos inútiles. Lo juro, todas y cada una de las cosas que mi mamá me regaló de niña, de adolescente y de adulta han sido cosas prácticas y formidables.

No sé por qué esta noche en vez de pensar en lo que hacía, en las otras múltiples cosas que la hicieron una maravillosa maestra y madre, me ha dado por pensar en esto. Supongo que una parte de mí recupera en esta lista a la mamá que ya no está y que me regañaría por haber comprado Quick, aderezo y una caja con mil Q-tips.

 

Soy un desastre, Mamá.

 

 

Un Alma Cercana