Pues resulta que el hijo se quedó en casa y no se lanzó a la aventura en Colorado. No me había dado cuenta de que teníamos muchomuchomucho tiempo sin estar así, él y yo. A veces salimos solos, o nos hemos quedado solos en casa pero como que cada uno está siempre en su cosa (o en su compu o en su tele o en su libro o en su whatever).
El caso es que desde el viernes hicimos campamento en mi cuarto para hacer tres cosas: comer, ver netflix, platicar-reír. Es extraño tenerlo en mi cama y que no sea un pequeñito panzón sino un chico alto y flaco con pies lenguadevaca.
El hijo y yo, lo sabemos ya, tenemos una relación poco común, o a lo mejor es muymuy común y no lo sabemos. A veces peleamos, nos gritamos, nos damos portazos y al rato como si nada hubiera pasado. En eso creo que sí somos muymuy comunes.
Debo ser franca, extraño a la otra mitad de la tropa, pero aprecio estos días de hijo y yo, días que un día escribiré como memorias de la madre pre-menopáusica de un hijo pos-adolescente, o algo así.