a veces

A veces oigo la voz de mi madre preguntándome, ¿estás tomando suficiente agua? Por si las dudas al lado de mi cama tengo mi botella de agua que lleno cada tarde antes de sentarme en el escritorio y que vuelvo a llenar por la noche, antes de dormirme. le pongo hielo. A mí el agua me gusta fría. A veces recuerdo el olor de mi madre. Su crema Esteé Lauder o su perfume de Lancôme. Me llega de golpe, cuando menos lo espero. Llega en la forma de una señora que camina por el campus y me sonríe, no me conoce y me sonríe. O tal vez me ha conocido toda la vida. A veces me quiero sentar a leer las libretitas esas que me traje de contrabando de su casa. Unas cuantas de las muchas agendas con direcciones y teléfonos que mi madre actualizaba cada año aún cuando nadie actualizábamos ni teléfonos ni direcciones, nosotros siempre los mismos. No me atrevo, no quiero leer ahí las cuentas por pagar que se ponía a sumar y restar. Los títulos de libros o películas que quería leer o ver. Sus listas de mandado. Sus recordatorios. Los nombres de los muchos medicamentos que tenía que tomar en su último año de vida. A veces quiero escribir de ella, un libro grande y gordo, un poema largo y delgadito. Quiero pero no, quiero compartirla y no, quiero escribirla y no. Me la pienso mejor. Escribo líneas y líneas y líneas y líneas cuando manejo, cuando camino, cuando estoy sola, cuando tengo sed y me pregunto si he tomado suficiente agua y cuando huelo su crema de Esteé Lauder o su perfume de Lancôme en el cuerpo de otra mujer, otra mujer que no es mi madre. A veces, a veces.

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