el hijo

El hijo está que roza los dieciséis años. Parece mentira que el tiempo haya volado tan rápido. Hay veces que lo sueño y lo veo otra vez gordito y cachetón, con sus botas de astronauta y su chaleco,corriendo por la calle en el pleno pinche verano hermosillense.

El hijo está que cuenta los días para cumplir años porque eso significa que ya tendrá edad legal para trabajar. Se muere por trabajar, hace cuentas mentales de cuánto ganaría al año ganando el salario mínimo. Hace cuentas de cuánto dinero necesita para comprarse una van. Quiere ponerle una cama y una cocineta, quiere meter su vida en cuatro ruedas y lanzarse por todo este gringo país a viajar, conocer gente, tomar fotos, escribir, ver, vivir.

El hijo dice que hará una carrera técnica, no una universitaria. No de momento. Dice que ni la gente con doctorados encuentra trabajo y no se equivoca. Dice que quiere aprender algo útil, algo que le asegure empleo siempre y le permita tener una vida plena.

Yo lo escucho, sonrío, me asusto un poco por dentro y gozo otro poco por fuera. Es un hombre y aún no lo es. Es un hijo, es mi hijo y parece mentira que hace años, cuando me lo dieron en los brazos por primera vez, pensé: ¿esto tan bonito es mío?

Un Alma Cercana