hija de la anarquía

tejerEl otoño-invierno es mi temporada favorita. Los vientos texanos te despeinan, te arropas con capas y capas de telas, te enredas en bufandas y gorros. Anochece más temprano y, por lo tanto, te vas a la cama cuando ni siquiera son las ocho.

Todas las noches me armo de agujas y estambre y continúo con la cobija que inicié a tejer hace dos años. La cobija de la ansiedad, la llamo porque la comencé justo un invierno en que la señorita ansiedad se asentó más que nunca en mis piernas y manos.  Con cachos de estambre de otras vidas armo poco a poco esta cosa.

A últimas, tejer se ha vuelto sinónimo de ver la tele y cuando digo ver la tele me refiero a ver Sons of Anarchy en Netflix. Me da una risa loca estar como viejita decimonónica tejiendo mientras veo una serie de motociclistas que disparan, pelean y escupen por cualquier mínima cosa.

Los Sons of Anarchy se guían por su impulso, para tejer yo siempre me guiaba por el orden, por la combinación de texturas y colores. Parte de la terapia de mi cobija es no tener un orden, no tener una medida, no tener un límite. Uno colores que cualquiera diría que no van juntos, creo líneas desiguales, cambio de textura cuando se me da la gana.  Es como vivir al borde del error, al borde del peligro (desde la seguridad, claro de mi cama). Es como tejer una cobija que es más hija de la anarquía.

 

Un Alma Cercana