Draft One: Done

En un tiempo record escribí una novela de 120 páginas. Una novela por encargo. En inglés. Tema LGBT. Esta tarde me dedico a revisarla a grandes rasgos para enviarla a mi editora que la abrirá, moverá, escudriñará y después me mandará sus comentarios para que yo termine de editarla.

La novela en cuestion, por cierto, es la primera de una serie de seis. Está dirigida al adulto joven, de prepa parriba.

Fin del Comunicado.

1937/1973

  • Mi madre nació en 1937.
  • Yo nací en 1973.
  • Hace unos días cumplí 41.
  • Pasé esa mañana pensando en ella.
  • El día de mi cumpleaños es el día que más me liga a ella.
  • Yo no nací, ella me tuvo.
  • Ella a los 37 años, supongo que aterrada de que su bebé naciera con algún tipo de problema.
  • En esos tiempos tener un hijo a los treintaytantos existía siempre la posibilidad de que naciera con síndrome de down.
  • No nací con síndrome de down. Nací con síndrome de hipersensibilidad, de ansiedad, o algo así.
  • Hasta la fecha nadie me ha dicho quién de los dos decidió que yo tuviera su nombre con la diferencia de una i.
  • Ella Silvia. Yo Sylvia.
  • Mi madre me enseñó a ser todo lo que soy, mi madre me hizo todo lo que soy, en realidad pienso que por mi cuenta hice algunas otras cosas pero ninguna de ellas posible sin la labor de Silvia.
  • Sylvia es lo que es por Silvia.
  • Y entonces, una tarde texana de 2014, quince días después de que mi madre ha muerto, escucho a mi amigo José que ha venido a darme el pésame y a felicitarme por mi cumpleaños, me doy cuenta que él tiene razón.
  • Yo soy mi madre.
  • Nací en 1937 y nací en 1973.
  • Sylvia por Silvia.

Nenitas frente a Nenitas

Ayer leí en el COBACH 19 de Ciudad Juárez. Hacía un calor bárbaro pero esta lectura fue un viento fresco para mí. Un auditorio repleto, nenitas y nenitos preparatorianos atentos, con montones de preguntas y harta curiosidad. Algunos de ellos me hicieron pensar en cosas que ya ni me cuestiono: ¿Cómo sabe usted que esto es lo que quiere hacer siempre? ¿Siente algo cuando termina un cuento?

Al final hubo abrazos, algunas chicas me pidieron autógrafos, otros más quisieron una foto conmigo y no faltó quien me dijo: me gustó tanto tanto el personaje de…

 

No soy una nenita pero así me sentí y por un rato mi ánimo estuvo en su más alto punto.

1994

BY LUCILLE CLIFTON

i was leaving my fifty-eighth year
when a thumb of ice
stamped itself hard near my heart
you have your own story
you know about the fears the tears
the scar of disbelief
you know that the saddest lies
are the ones we tell ourselves
you know how dangerous it is
to be born with breasts
you know how dangerous it is
to wear dark skin
i was leaving my fifty-eighth year
when i woke into the winter
of a cold and mortal body
thin icicles hanging off
the one mad nipple weeping
have we not been good children
did we not inherit the earth
but you must know all about this
from your own shivering life

maestra

Hay toda una saga de maestros y maestras en mi familia. Mi madre, mi abuela, mi bisabuela y más a los alrededores. Dicen que de pequeña yo juré y perjuré que no sería maestra pero el destino cuando bien escrito no tiene falla. Comencé a dar clases como cualquiera comienza ahora a trabajar en un McDonald’s a los 18 y de pronto simplemente no dejé de hacerlo. Tengo veintidós años parada al ladito de un pizarrón (luego se volvió pintarrón, luego se volvió pantalla pero para el caso es lo mismo).

Descubro que en este momento de mi vida si no fuera por el tiempo de aula estaría perdida. De pronto, preparar una clase sobre los tipos de oración se vuelve la única manera de no pensar de no sentir de no llorar de no patalear la ausencia de mi madre.

Soy maestra porque ella lo fue. Me jalaría en este instante las orejas si yo me anclara en la cama negándome a ir a trabajar.

My mother’s incomparable love

My mother’s love. Nevermore during the night will I go and knock at her door because I cannot sleep and want her to keep me company. With the cruel thoughtlessness of sons, I would knock at two or three in the morning, and always she would reply, waking with a start, that she had not been asleep, that I had not woken her. She would get up at once and come in her dressing gown, staggering with sleep, to offer me her dear assortment of maternal comforts, an egg flip or even almond paste. What could be more natural than to make almond paste for her son at three in the morning? Or else she would suggest piping hot coffee, which we would drink cozily together, chatting endlessly. She saw nothing unreasonable in drinking coffee with me at three in the morning, sitting at the foot of the bed and telling me until dawn tales of old family quarrels—a subject on which she was an expert and in which she took a passionate interest.

 

Book of My Mother, Albert Cohen

me

me siento descosida

me siento hilacho

me siento el botón que nadie recogió del piso

me siento el ojal que no encuentra el botón

me siento como colgada en un clóset que nadie abre ya.

los rincones de esta casa

los rincones de esta casa, madre, esconden secretos, manías, gustos. vitrinas con tus figuritas de cristal o de porcelana. tus puertitas retacadas de tazas navideñas o vajillas bonitas que sólo usábamos en navidad. también, ya te lo dije, encuentro carteras por todos lados con tarjetas expiradas. viejos recibos de empleos que dejaste hace siglos, agendas que tú convertiste en directorios telefónicos bajo un sistema poco alfabético. los rincones de esta casa, madre, me hacen sonreír y llorar al mismo tiempo. y este solo apenas es el segundo día sin ti. habrá qué ver que me encuentro mañana.

cambiando de tema, madre, fíjate que el roberto -el amigo del ale- hoy llegó al hospital a donarte sangre y llamó para preguntar tu número de habitación, qué triste debe haber sido oír que su sangre no llegó a tiempo y qué risa, madre, que mi papá dijo: dile que sí, que done de todos modos porque dejamos un adeudo. adeudo de sangre, habrase visto. hoy me escribió una ex-alumna tuya, diciéndome que te quería mucho, yo también le quise responder pero todavía no agarro ánimo para contestar todos los correos que entre ayer y yo me llegaron. me escribió una amiga que es poeta, y me mandó el poema más hermoso y la última línea te la regalo mamá, te la regalamos ella y yo, te la regalamos ella, mi hermana y yo, te la regalamos ella, mi hermana, mis mafaldas y yo: “Barcas somos de tu mar.”

soy tu barca y te navego, ya te dije, en los rincones de tu casa y en los de mi memoria.

Silvia Isabel

10695307_662796157161665_462962796_nSilvia Isabel Zéleny Barraza nació el 17 de mayo de 1937. Era Tauro pero decía que era geminis porque la relación con su único hermano era así, de gemelos. Se casó a los veinte años con Alejandro Aguilar y tuvo cuatro hijos. Fue profesora de primaria y profesora de español en secundaria. Estudió teatro y fue monja, madre, abuela y troyana.

Silvia Isabel Zéleny Barraza fue diagnosticada con cáncer en la pleura el año pasado, desde entonces recibió quimioterapia y radiación. Nunca perdió el cabello que era lo que más temía, perdió los cachetes, eso sí. De los sesentaytantos kilos que pesaba bajó a 39.

En casa queda su olor, sus sitios, sus figuras de porcelana, sus canastas, su gato, su perro, carteras en casi todos los cajones de todos los muebles de la casa. Nadie le dijo que a las tarjetas viejas hay que cortarlas y tirarlas. En casa quedan un perro y un gato que la buscan y nos ven como preguntándose dónde está. Nosotros nos vemos los unos a los otros exactamente igual, preguntándonos no dónde está sino cómo está.

Silvia Isabel Zéleny Barraza fue madre, esposa, amiga, hermana, tía, abuela, profesora, actriz y escritora. Mi amor más grande.

Para Mi Bella Durmiente

Tal vez retornan aquellas imágenes,
abrimos la caja de cristal y tomamos nuestra antigua cabeza, nuestros
primeros espejos ocultos allí,
y acariciamos temblado los labios de esa boca, que parece
atrapada por aquel irresistible deseo de morder el infinito,
pasamos los dedos por el suelo de esa frente, por la apariencia de
las mejillas que se resisten a la revelación,
y ya para entonces, otra vez, nos hemos olvidado de la forma de
nuestra antigua cabeza,
del deseo de esta mano con que aún acariciamos,
hemos perdido para entonces la cuenta
de nuestras estrellas y de nuestras hormigas.

La bella durmiente, fragmentoJosé Carlos Becerra

 

Un Alma Cercana